lunes, 20 de marzo de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pueblo

Una amiga a la que conocí por ‘culpa’ de Encinasola, un pueblo al que yo quiero mucho – al pueblo y  a su gente -, el otro día ponía un enlace de una televisión regional. Mi amiga se llama Begoña;  el programa, Me vuelvo al pueblo;  el pueblo, el suyo, Ampudia, en la llanura palentina.

Nunca he estado en Ampudia. Me tengo que escapar un día. Debe ser un pueblo precioso. Es más; estoy seguro: es un pueblo precioso. Ampudia es un pueblo de sol y de historia; de buen pan y de gente recia de Castilla.

El programa, como muchos otros, se iba por las ramas. Entrevistó a muchas personas pero no descubrió ese gusanillo que nos mueve a los viajeros para ir a los sitios perdidos. Por allí la gente no se detiene; no tiene tiempo para pararse.

Ampudia entra ya en mi calendario. Ampudia está en la Tierra de Campos. Me documento.  Me entero que tuvo tres conventos: templarios, agustinos y monjas claras un obispo y un castillo con el duque de Lerma por medio.

Ahí debió haber dinero – eso no lo dice la documentación, lo pienso yo – porque los curas, los frailes y las monjas acuden al dinero como las moscas a la miel. Tierra de cereales y ya se sabe, el pan nuestro de cada día, quien lo tiene posee un magnífico tesoro aunque él no lo vea así.

Las calles porticadas, algo excepcional para resguardarse del fuego del sol del verano, “llaga la luz, los petos y espaldares”; cantan las alondras con el alba en los rastrojos; de mediodía arriba, todo es silencio. No salen a la calle ni las sombras…


Pero y ¿el frío? el frío de Castilla en invierno con páramos helados, con el viento que corta la cara; con el helor que se mete en los huesos… ¿mitigan los soportales de Ampudia el frío de la Tierra de Campos? Pues, a pesar de ello, en cuanto pueda, amiga Begoña, me escapo a tu pueblo….

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