Están ahí. Penden en las ramas de los olivos como “niñas
que, por mayo, se hacen mujeres” y llaman la atención porque ya son otras.
Reclaman su sitio. Se han hecho adultas sin que nadie lo note, sin que nadie se
dé cuenta, sin que nadie se entere y van y lo llenan todo y lo invaden todo.
Hace unos meses marzo las acunó en noches de luna
clara; abril, las meció. Tuvieron un bamboleo suave entre brisa y aguaceros “por
mayo cuando hace el calor”, que daban
bendición al campo y ellas crecían en las costeras soleadas entre los cantos del cuco, ahítas de luz y colores.
El refranero les dio protagonismo. Le dijo a todo el
que quiera saberlo que “una en San Juan; ciento, en Navidad” y conscientes de
su importancia han comenzado a doblar varetones en las ramas más tiernas y se
dejan ver como mocitas que van va al feria…
Sensuales; apetitosas; deseadas; buscadas como un
amor furtivo; exuberantes con todo el verdor rabioso de su pulpa;
reverenciables, aceite sagrado de dioses en el Olimpo de los olivares,
alineados o sembrados a voleo o en estacas de acebuches donde la mano del
injertador buscó el patrón adecuado.
Están ahí. Piden, ya mismito, aliño y orza. Pimiento
rojo y ajo, salmuera y un huevo duro que diga si la sal llegó a su punto;
hinojos de campo bravío domesticado para poner sabor y ese punto… que le da
cada pueblo.
Lechín, cornicabras, picuales, arbequinas, hojiblancas,
cacereñas, fargas, manzanillas… Aceitunas de molino; Aceites para comer en
crudo o para el toque especial. El maestro Barbeito y Juan Blanco me ilustran.
Ellos sí saben. De su mano me han llevado a las degustaciones más asombrosos.
Otras variedades juegan en otro campo: gordales y
manzanillas aloreñas se hacen señoras en las mesas. De ensueño. No tienen
rivales. Pulpa y hueso realizan su misión. En los folletos que escriben esas
gentes que lo saben todo hablan de las propiedades organolépticas. ¡Vaya
palabrita! ¿Y, si les digo que son
únicas? Avisados quedan.
Me encanta su manera de resumir la vida de las aceitunas, leyéndolo estoy poco a poco y como si fuese una novela de unas cuantas mozuelas, pero si que es verdad es un rico manjar, si las endulzamos al estilo de nuestro pueblo no hay ni uno que les ponga mala cara, y si las hacen líquido de oro para que contar más, que rica la tonta con aceite del Molino, gracias por todo esto que nos deleita, saludos
ResponderEliminarSí que son únicas las aloreñas, querido Pepe. Como único eres tú, aloreño. Un abrazo, amigo. Y mi gratitud.
ResponderEliminarPrecioso.Gracias por regalarnos todos los días tus pensamientos y hacernos felices . Continúa ,teniendo en cuenta que la felicidad es una dirección, no un lugar.
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