Enciso; media mañana; el sol ya está alto. No ha remontado,
todavía, las montañas cercanas; las
calles, en sombras. Un gato, blanco y negro, se lava la cara en el escalón de
un portalón cerrado. ¿Vuelve de las andadas nocturnas?
Una mujer cruza la calle. El bar, abierto. El bar
tiene sobre la puerta un cartel de otro tiempo: “Restaurante” y debajo:
“comidas caseras”. Han sacado – todas de plástico verde - mesas y sillas a la calle. Ocupan un recodo de la
carretera que va de Arnedo a Soria.
El viajero busca otras cosas. Sabe que en Enciso hay
un centro de interpretación de la Paleontología. La guía que lleva dice que en
un tiempo, en el Cretáceo inferior, o sea, un tiempo muy lejano, toda la zona
estuvo bajo una charca enorme. Se desecó y aparecieron las huellas de unos bichos. A
esos bichos los llamaban dinosaurios.
Dice, también, que eran herbívoros y carnívoros. Y
si por cómo se apoyaban se sabe si caminaban en dos o en cuatro patas y si
reptaban o si… Vamos que los que saben
conocen hasta sus nombres: alosaurios, diplodocus, ornitomimo,
deinonicus…
Hablan de algo así como de tres mil huellas, huella
más o huella menos, que tampoco es cuestión de entrar ahora en polémicas, y a
los yacimientos donde se encuentran los identifican por sus nombres: “La Virgen
del Campo”, “Sebona”, “Valdecillo”, “El Villar-Poyales”, “Cuesta de Andorra”,
“Navalsaz”…
Se acabó hace mucho tiempo la industria textil
lanera. Sustentaba la economía del pueblo. La gente comenzó a irse. Despoblado.
En las icnitas – huellas fosilizadas – vieron la salvación. Un centro con
películas y museo y paneles que cuentan cómo eran y cómo vivían y cómo
desaparecieron y… un reclamo que no tienen en otros pueblos.
El viajero sigue camino. Admira, al paso, el crucero de la Concepción. Precioso, siglo
XV. El pueblo supera, con generosidad, los cien habitantes; un poco más arriba,
un pantano ha sepultado Ruedas de Enciso; más abajo, en Peñalmonte y en San
Vicente de Munilla ya no vive nadie; Peroblasco
tiene 23; Munilla, 98… Esperan un milagro; el Cidacos, camina al Ebro.
Conozco esos caminos, Pepe. Y ese museo, y esas huellas fosilizadas. Gracias por refrescármelo todo. sabes cuánto amo esas tierras.
ResponderEliminarLo sé y de hecho tu mano ha sido mi indicador en algunos cruces...
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