martes, 7 de junio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Icnitas

Enciso; media mañana; el sol ya está alto. No ha remontado, todavía,  las montañas cercanas; las calles, en sombras. Un gato, blanco y negro, se lava la cara en el escalón de un portalón cerrado. ¿Vuelve de las andadas nocturnas?

Una mujer cruza la calle. El bar, abierto. El bar tiene sobre la puerta un cartel de otro tiempo: “Restaurante” y debajo: “comidas caseras”. Han sacado – todas de plástico verde -  mesas y  sillas a la calle. Ocupan un recodo de la carretera que va de Arnedo a Soria.

El viajero busca otras cosas. Sabe que en Enciso hay un centro de interpretación de la Paleontología. La guía que lleva dice que en un tiempo, en el Cretáceo inferior, o sea, un tiempo muy lejano, toda la zona estuvo bajo una charca enorme. Se desecó  y aparecieron las huellas de unos bichos. A esos bichos los llamaban dinosaurios.

Dice, también, que eran herbívoros y carnívoros. Y si por cómo se apoyaban se sabe si caminaban en dos o en cuatro patas y si reptaban o si… Vamos que los que saben  conocen hasta sus nombres: alosaurios, diplodocus, ornitomimo, deinonicus…

Hablan de algo así como de tres mil huellas, huella más o huella menos, que tampoco es cuestión de entrar ahora en polémicas, y a los yacimientos donde se encuentran los identifican por sus nombres: “La Virgen del Campo”, “Sebona”, “Valdecillo”, “El Villar-Poyales”, “Cuesta de Andorra”, “Navalsaz”…

Se acabó hace mucho tiempo la industria textil lanera. Sustentaba la economía del pueblo. La gente comenzó a irse. Despoblado. En las icnitas – huellas fosilizadas – vieron la salvación. Un centro con películas y museo y paneles que cuentan cómo eran y cómo vivían y cómo desaparecieron y… un reclamo que no tienen en otros pueblos.


El viajero sigue camino. Admira, al paso,  el crucero de la Concepción. Precioso, siglo XV. El pueblo supera, con generosidad, los cien habitantes; un poco más arriba, un pantano ha sepultado Ruedas de Enciso; más abajo, en Peñalmonte y en San Vicente de Munilla ya no vive nadie;  Peroblasco tiene 23; Munilla, 98… Esperan un milagro; el Cidacos, camina al Ebro.

2 comentarios:

  1. Conozco esos caminos, Pepe. Y ese museo, y esas huellas fosilizadas. Gracias por refrescármelo todo. sabes cuánto amo esas tierras.

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  2. Lo sé y de hecho tu mano ha sido mi indicador en algunos cruces...

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