La Sonsierra – la Sonsierra navarra – es una comarca
que va desde los montes de Toloño y Cantabria hasta el Ebro. Sobre un
promontorio, o sea, en su sitio, una de las ciudades más bellas y con más
encanto de las que el viajero ha encontrado por esos campos de Dios: Laguardia.
El viajero cruzó el Ebro por Logroño. Caminó un
tiempo junto al río y, luego, enfiló entre viñedos que ya brotan, la dirección
a la ciudad que llama desde la lejanía, que atrae, que tiene imán que es
señuelo, que…
El viajero llegó como a eso de media tarde. Hacía
calor. El suficiente para buscar la sombra que invitaba a caminar por las
calles. Sube desde el aparcamiento por la calle de Sancho Abarca y se para y
contempla la muralla - porque Laguardia está amurallada -. Soberbia,
majestuosa, única.
Se adentra por la puerta de Páganos. Antes, en la
muralla, un cartel anuncia y proclama que se está ante una de las ciudades más
bellas de España. No hace falta que lo juren. Es asombrosa; es especial; es un
resto de la Edad Media que se quedó a vivir aquí y ¡ya está!
Deambula por calles estrechas. Zarzalea. Se adentra
en una tienda de esas que llaman de gourmet y pregunta si tienen aceite de la zona y le dicen que ‘por supuesto’
y va y compra para dos amigos y para él.
El viajero no da mucha credibilidad a su compra. Uno
de los amigos (el que más sabe de aceite y de muchas cosas más en España) le
confirma, después, que allí celebran una
feria de aceites por marzo y donde él ha probado una de las mejores arbequinas
de su vida y, si lo dice el maestro…).
El viajero se pierde por las calles. El viajero lo
recalca: estrechas; geranios en las ventanas y misterio detrás de cada ventana,
de cada casa; de cada esquina… La ciudad tienen cinco puertas: Páganos, Mercadal, Carnicerías, San Juan y Santa
Engracia. Sobre algunas puertas
hornacinas con imágenes…
Atraviesa otra vez la
muralla. El viajero se sienta en la balconada delante del castillo. Le cobija la
sombra de un castaño enorme: mira y ve; abre los ojos. En la media distancia,
las lagunas de Laguardia y Elvillar con la mole de la iglesia de la Asunción.
Sobresale del caso urbano…
Que bonito revivir de nuevo, al compás de la narración del viajero, las sensaciones que nos dejaron lugares inolvidables.
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