viernes, 17 de junio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Azul vacaciones

La luz cada día madruga más. La luz estos días cercanos al solsticio se levanta muy pronto. Tanto que casi  le puede el pulso a  la noche. Las estrechas no tienen tiempo a su paseo  diario y salen en tropel y llenan el cielo.

Hay una hora en la madrugada en la que gira la oscuridad. Ya no es noche cerrada. El lubricán manda recogerse a las estrellas. Cantan las alondras en los rastrojos; hay una ligera sinfonía de pájaros que saludan al día que viene; despierta, de nuevo, la vida.

La mar se pone de un azul diferente. El maestro Alcántara dice que es “azul vacaciones”. El maestro siempre tiene razón. La mar está preciosa; se llenan las playas de bañistas. ¿Hay arena para todos? Las sirenas - las sirenas de Ulises - se retiran mar adentro. Ponen agua de por medio. Lo ven todo desde la lejanía.

A media mañana la luz juega al escondite por entre los pámpanos de la parra, entre las hojas de las higueras y entre el ramaje de las buganvillas. Se asoma como quien tiene recato de sí misma por las equinas de la mañana. El hombre que trae el pan avisa de su llegada. Toca el claxon de la furgoneta…

Los colegios están a punto de echar la llave por fuera. El sol teclea, también, su mensaje en puntos blancos, intermitentes, a través de las persianas. Aulas vacías, polvo en suspensión, libros quietos en los armarios. Se aburren las moscas…

Los zagales no se aguantan ni ellos mismos. Los de tierra adentro  piden, a gritos, otra actividad y quieren salir con la bicicleta al polvo de los caminos, a las higueras maduras o al remanso del río...; los del rebalaje se mimetizan con la espumas de las olas que se quedan a medio romper.


Gente  tumbada en las hamacas, algún transistor pasado de volumen. Dentro nos nace el deseo de abrazarnos  como el año pasado, como el otro y el otro, a algo que este año parece que es hasta más nuevo; o sea, el “azul vacaciones”.

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