La primavera ha corrido las lindes con el verano. Se
han secado las florecillas del camino y las espiguitas y las malvas y todo ese
ejército de yerbecillas que hace solo unos días eran verdor y exuberancia,
ahora, muestran a todo el que quiera
verlo que han llegado al final del su ciclo.
Por lo alto de la loma retumba un motor monocorde y
rutinario. Detrás lleva una nube de polvo. La cosechadora no se cansa. Soporta el sol y cuando llegue la
noche seguirá, todavía, en la faena. La cosechadora le ha quitado el sitio a
los segadores y a las hoces y a los mandiles y al agua caliente del cántaro…
No hay quien cante aquello de “segar de los secanos
/ ya vienen los segadores…” Eran tiempos muy duros. Trabajo de sol a sol y el
jornal, ¿el jornal? ¡Qué preguntas, hombre! Eran otros tiempos. Chorreaba el
sudor de la frente. Había otro riego a la madre tierra que se mostraba tan
dura, tan implacable como casi siempre.
Zurean las palomas en el pozo. Se han acercado al
pilar. Beben en los charquitos de agua que quedaron entre los ladrillos macizos
que sirven de base. Los tabarros revolotean de manera incesante y también ellos
se bajan a beber. Arrulla una tórtola en la lejanía.
Hace un rato que no pasa nadie por el camino. En estas
horas del mediodía todo está en calma. Todo se ha parado; todo está quieto.
Cuando aparece alguien las palomas levantan el vuelo y se suben al brocal como
quien quiere poner distancia por medio.
Las encinas tienen cuajadas las bellotillas tiernas.
Las encinas tienen sobre sí toda la cosecha para cuando llegue el invierno y
los zagales canten a los pastores que bajan de los montes y los peces se
emborrachen en el río y la lavandera se quede con sus manos heladas de tanto
frío. Ahora, no. Ahora lo que aprieta es el calor asfixiante.
Ya está aquí el solsticio de verano; la primavera ha
corrido las lindes. Los olivos se peinan de plata y grises cuando sopla algo de
aire en estas horas donde eso se agradece tanto como un regalo divino…
Qué hermoso canto al campo seco y generoso del verano...
ResponderEliminarQué hermoso canto al campo seco y generoso del verano...
ResponderEliminarMuchas gracias, Maestro.
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