domingo, 13 de marzo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pintores callejeros

Hace una mañana de sol que invita a pasear. Varios pintores callejeros han montado el caballete en la calle. Tienen pintas de bohemios y llevan al lienzo el paisaje urbano; los árboles del paseo; un coche y otro coche o inventan una tarde de lluvia.

Estos pintores, también, muestran su arte en el retrato. Posa, sentada en una silla de plástico, una señora rubia, de mediana edad, de tez blanca. La señora tiene perdida la vista en el cielo que está detrás de las copas de los árboles pelados de hojas todavía por el invierno.

Paseo. No llevo prisa. Me paro; discretamente, observo. Tienen - los hay de todo, claro -  un cierto dominio de la técnica. Los pintores callejeros han optado por una manera de ganarse la vida. Nadie, en ningún foro de importancia, pide una rebaja de iva para ellos…

Junto al pintor, por el suelo, unos sobre otros, hay más cuadros. No sé si toda la obra que hay junto a él es propia. Son otros retratos. El pintor los tiene como reclamo para quienes, llevados por su ego, quieran que los deje sobre el lienzo. Cuando pase mucho tiempo recordarán que un día fueron jóvenes y visitaron Madrid.

Hay varios pintores. Ocupan su espacio. No se interfieren. Un poco más arriba en la plaza de Cánovas, Neptuno ve pasar a la gente. El dios blande en su mano un tridente. Por la Carrera de San Jerónimo se llega al Palacio de las Cortes. Hay vigilancia policial. Los hombres visten de un azul intenso; se cubren el rostro; se protegen; otros llevan la cara al descubierto.


El pintor mira una y otra vez a la modelo; luego, impregna el pincel en los colores que hay sobre la paleta. Los mezcla.  Pasa el pincel  por el lienzo. Trabaja despacio. Se recrea. Así una y otra vez. Por la calle sube y baja mucha gente. Algunos llevan, en sus manos, un plano de la ciudad. Preguntan…

1 comentario:

  1. Ahora que hablas de pinturas en la calle Pepe, en esto, nunca se ha visto todo. Aquí está de moda, en algunas calles, pintar en el suelo con escenas de “pintura virtual en tres dimensiones”. Es algo increíble, mágico. Casi cuesta trabajo no creer que en la calzada hay un hueco, una fuga de agua o las misma salida del infierno. Tras sorprenderte, te queda la duda de lo que en el mundo es real y que ficción. Luego, cuando llega el barrendero, toda esa magia desaparece con una simple manguera...

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