Vivió
ignorado, pobre y con el viento de proa. Su vida, un penoso caminar. Muchas cosas, casi todas, le salieron mal. Nació en
Alcalá de Henares en 1547; murió en Madrid, en abril, de 1616, dicen que el
mismo día que Shakespeare y unos antes que el Inca Garcilaso.
La
Biblioteca Nacional le rinde homenaje con una exposición excelente. Abundan los
documentos autográficos. Una joya. Algo de lo que, de vez en cuando, se hace y
se hace, bien. El hombre y la ocasión, lo merecen.
Su
juventud fue oscura; marchó a Roma donde trabajó para el cardenal Acquaviva. Se
enroló en los Tercios de Italia y participó “en la más grande batalla que
vieron los siglos” o sea, Lepanto.
Busca
un empleo, alega que es manco por la herida de la batalla y después de estar
hospitalizado en Mesina emprende viaje de regreso. Cuando divisa las costas
catalanas lo apresan piratas berberiscos. Prisión - cinco años – en Argel.
Liberado
por los trinitarios – precisamente lo entierran en el convento de la Trinidad –
deambula por las tierras de España. Barcelona, Valladolid, Sevilla, Carmona,
Álora… Recauda trigo y aceite; alcabalas reales.
Cárcel, penurias. En Madrid convive, en el
Barrio de las Letras, con Lope; en el Arenal sevillano conoce a Rinconte y
Cortadillo y el patio de Monipodio; en Argamasilla de Alba… “de cuyo nombre no
quiero acordarme”, nace el Quijote.
Con
sesenta y seis años (muere a los sesenta y nueve) comienza, con dificultades,
su reconocimiento literario. A su entierro no acude nadie. La posteridad, sobre
todo desde Inglaterra, ¡miren por dónde!, le da reconocimiento y viene el
inicio de la gloria, cuando ya…
Se
autorretrató en el prólogo de las “Novelas Ejemplares”, escritas en 1613;
publicadas después de su muerte: "Este que veis aquí, de rostro aguileño,
de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz
corva, aunque bien proporcionada…"
Pero donde lo borda: “La libertad, Sancho, es
uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no
pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la
libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…”
Cap. LVIII, Segunda Parte del Quijote. Sabía de qué hablaba…
Don Miguel fue desgraciado siempre. Dicen las crónicas que cuando Lepanto “ estaba malo y con calentura, y le dijeron que, estuviese quedo en la cámara de la galera, pero respondió, que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta”. Luego el engaño de que fue objeto por el banco en donde depositó el dinero de las alcabalas. “Un burro lleva un fardo y no lo lleva un león”, dicen que explicó cuando le preguntaron por su gestión. Y aún hoy Pepe, se le trata de “plagiario” porque, alguna mente enferma, sostiene que el autor de la genial obra, fue un tal Miquel de Servent, que escribió “El Quixot “ en catalán, siendo traducido por él al castellano. ¡ Habrá mayor desgracia... !
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