El ‘Madrid de los Austrias’ tiene sabor a otro
tiempo; calles estrechas, fachadas de piedra. Un Madrid rancio, en el que
la gente espadeaba por las calles, los donjuanes saltaban tapias de conventos
y en el dominio del Imperio no se ponía
el sol.
Es colindante al barrio de las Letras. La Plaza
Mayor, el nexo de unión. En la Plaza Mayor siguen sin encontrar el tesoro.
Obras y más obras. Barreras; obreros con cascos de plástico y monos empolvados.
Gente y más gente.
La preside Felipe III en estatua ecuestre, en bronce de Pedro Tacca. La
boca abierta del caballo fue trampa mortal para pajarillos curiosos que osaban
entrar; luego, la salida imposible. Ahora, referencia de fotos para recuerdos.
Ese Madrid
fue campo y morería y lugar de judería. Alarifes, canteros, maestros del
ladrillo. Muchos vivieron aquí. El arte mudéjar de torres y casas lo dice. La
convivencia, entre ellos, con más o menos problemas.
Los Vargas tenían tierras. Dicen que los ángeles
araban el campo y ayudaban en las tareas a un labrador modélico. Pasados los
años, San Isidro; su mujer, Santa María de la Cabeza. Allí está su casa y el
pozo y…Han remodelado el mercado de San Miguel. Está en la plaza de la Paja.
El barrio tiene placas en las fachadas. Informan que
aquí se hospedaban los Reyes Católicos cuando venían a Madrid o por el pasadizo que cruzaban a la iglesia
para escuchar misa; dónde vivió san
Isidro…
Una mañana de invierno lo recorreremos - Salustiano
y yo - de la mano de Juan Francisco, de niño acudió al colegio de Nuestra
Señora de la Paloma; de grande, guía de viajeros curiosos. Nos lo enseña con la sabiduría de quien cuando niño jugó en sus calles.
Los jardines del palacio de Anglona son recoletos, silenciosos, íntimos. Nos acercamos
a San Pedro el Viejo, probablemente, uno de los templos más antiguos de Madrid.
En la capilla de ‘Jesús el pobre’ se
venera una imagen de Juan de Astorga; Madrid, lo sigue en procesión la noche de
Jueves Santo.
En el exterior, la torre - mudéjar - de San Pedro,
el Viejo; en el templo, capilla al Cristo de las lluvias. Los días de tormenta,
tocaban las campanas - cuentan que solas. No me lo creo; seguro que habría
algún sacristán por medio - y se alejaba el peligro para los campos…
Cuantas veces Pepe, al pasear por el Madrid de los Austrias, no he tenido esa especie de ensoñación del pasado. Calles estrechas, sin apenas iluminación, en donde los asesinos a sueldo, esperaban a sus victimas embozados en sus negras capas. En una de ellas, encontró la muerte acuchillado, a manos seis viles sicarios, Juan de Escobedo, secretario de Don Juan de Austria, a pocas manzanas del palacio real, cuando regresaba de la casa de la Princesa de Éboli, que estaba en el complot. Pasear por esa parte de Madrid, es hacerlo muchas veces, por las hojas de los libros de la Historia de España...
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