Dice la actualidad que la Iglesia Católica celebra, hoy, el Día del Amor Fraterno, o el día de la
Institución de la Eucaristía. Dice la realidad que de Bruselas la onda
expansiva del horror sembrado hace un par de días trae mucho dolor. Demasiado.
Mucha incomprensión y algo que flota y que nadie sabe cómo atajarlo: poner
remedio a la barbarie.
En muchos templos católicos se cantará eso tan bello, de
“Ubi caritas et amor Deus ibi est” O, lo que dice la traducción, “donde hay
caridad y amor, allí está Dios”. Me temo que a Dios lo tenemos loco buscando
ese pequeño resquicio para asentarse, y proclamar que es verdad, que allí está
Él.
El mundo, bueno; el mundo, no, un parte del mundo está enfrascado en un
fanatismo sin atisbos de arreglo. Parece que se ha extendido una norma en el
“contra alguien, todo vale”. Dice el aforismo popular: “a vivir que son tres
días y, dos, lloviendo”. Me temo que el barro no va a dejar de disfrutar el que
queda libre.
Las calles de muchas ciudades y pueblos (por cierto, los
pueblos pequeños son tan dignos y merecedores de reconocimiento de sus cosas
como los grandes) se han llenado estos días de Cristos y Vírgenes. Y músicos
tocando marchas preciosas para acompasar el paso y gente agolpada en las aceras
que contemplan y admiran y…
Hay otros Cristos crucificados en pateras, en huidas en
busca de otras tierras, bajo bombas y metrallas, bajo la intolerancia… Huyen
del hambre y buscan su pan. Otros,
tirados en las aceras y en los bancos de los parques. ¡Qué sé yo!
Jueves Santo. Día del amor fraterno. Día donde deberíamos
hacer un esfuerzo para que a partir de mañana. ¡Qué digo, mañana, desde hoy
mismo todo fuese un poco mejor, solo un poquito…! Porque donde hay amor y
caridad allí va a estar Dios, el Dios
único, y de todos; el Dios que
nos hizo a imagen y semejanza suya, aunque cueste mucho creerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario