jueves, 24 de marzo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jueves Santo.

Dice la actualidad que la Iglesia Católica celebra, hoy,  el Día del Amor Fraterno, o el día de la Institución de la Eucaristía. Dice la realidad que de Bruselas la onda expansiva del horror sembrado hace un par de días trae mucho dolor. Demasiado. Mucha incomprensión y algo que flota y que nadie sabe cómo atajarlo: poner remedio a la barbarie.

En muchos templos católicos se cantará eso tan bello, de “Ubi caritas et amor Deus ibi est” O, lo que dice la traducción, “donde hay caridad y amor, allí está Dios”. Me temo que a Dios lo tenemos loco buscando ese pequeño resquicio para asentarse, y proclamar que es verdad, que allí está Él.

El mundo, bueno; el mundo, no,  un parte del mundo está enfrascado en un fanatismo sin atisbos de arreglo. Parece que se ha extendido una norma en el “contra alguien, todo vale”. Dice el aforismo popular: “a vivir que son tres días y, dos, lloviendo”. Me temo que el barro no va a dejar de disfrutar el que queda libre.

Las calles de muchas ciudades y pueblos (por cierto, los pueblos pequeños son tan dignos y merecedores de reconocimiento de sus cosas como los grandes) se han llenado estos días de Cristos y Vírgenes. Y músicos tocando marchas preciosas para acompasar el paso y gente agolpada en las aceras que contemplan y admiran y…

Hay otros Cristos crucificados en pateras, en huidas en busca de otras tierras, bajo bombas y metrallas, bajo la intolerancia… Huyen del hambre y buscan su pan.  Otros, tirados en las aceras y en los bancos de los parques. ¡Qué sé yo!


Jueves Santo. Día del amor fraterno. Día donde deberíamos hacer un esfuerzo para que a partir de mañana. ¡Qué digo, mañana, desde hoy mismo todo fuese un poco mejor, solo un poquito…! Porque donde hay amor y caridad allí va a estar Dios, el Dios  único,  y de todos; el Dios que nos hizo a imagen y semejanza suya, aunque cueste mucho creerlo.

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