sábado, 12 de marzo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gran Vía

Tuvo tantos nombres como pretendientes una quinceña de las de antes. De todos, uno. Recuerda gracia madrileña y desdicha en España: Avenida del “quince y medio”. O sea, el calibre de los proyectiles que levantaron, más de una vez, su suelo. Dos Españas; una sola tragedia.

Arranca en la calle de Alcalá; termina en la Plaza de España. Nació como descongestión de un Madrid pueblerino y lúgubre. Se aspiraba a una gran arteria homologable con las grandes ciudades de Europa.

Nunca duerme; nunca descansa. A cualquier hora, su público. Gente que va a alguna parte; gente que no va a ninguna parte. Cines - ya menos - restaurantes, tiendas de lujo y tiendas del pueblo. Conservo un paraguas comprado en el Sepu. El tiempo dice que han pasado casi veinte años. Era San Isidro; llovía como llueve en Madrid por una mayo una tarde tormenta.

Quiso y no pudo ser el Broadway madrileño. Los cines tenían cartel y público; de Chicote, -“un agasajo postinero”-  la leyenda: “No conoces Madrid, si no has estado en Chicote”; y la letra del chotis universal de Agustín Lara: “… y alfombrarte con claveles la Gran Vía / y bañarte con vinillo de Jerez  (…)”

En el hotel Florida, en Callao, Hemingway corresponsal de guerra tenía una habitación surtida de reservas de comida, güisqui y ginebra; después,  un asiduo de Chicote. En el ático de Espasa-Calpe, don José Ortega y Gasset dirigió El Sol y la Revista de Occidente.

El edificio de la Telefónica aún conserva el escudo de la República en su cúspide. Esa se le fue al Régimen ¡con tanto como censuró! , y la Cadena SER, apertura en una España que despertaba. ¿Se acuerdan de Hora 25?

Prosaica la vida de “las sedientas” en los tiempos de posguerra. Dramática, la de rumanas y nigerianas de ahora. Un paseo por la Calle de la Montera, por la calle Valverde; las dos llevan a la Gran Vía...


Visita, al ladito mismo, al Oratorio de Caballero de Gracia. Chinos; gentes de medio mundo, y parte del otro; hamburguesas; bocadillos y joyas carísimas; zapatos, ropa; relojes y libros. ¡Ay, esa Casa del Libro!

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