domingo, 31 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La tormenta

Mayo se despide con intento de tronada vespertina. A media tarde se formó la nube de Alcalá entre la Sierra de Abdalajís por un lado; la Joya y Los Nogales, al otro. Por Sierra de Aguas caminaba una cuerda de nubes algodonosas y blancas como si fuesen terrones de azúcar grandes para los niños que apuran la feria de Antequera.

El Hacho se coronó con nubes de color de caldo de habas. Eran nubes negras y feas. Hacía bochorno. Se echó el aire; hacía calor, mucho calor y tronó. Al principio truenos lejanos como esos galopes que vienen de no se sabe de dónde pero que resuenan; después, se vinieron más cerca.

Entra junio el que anuncia que agua en San Juan quita: “aceite, vino y pan”, el de la noche de hogueras y fuego mítico, el del príncipe aquel que cantaba una canción – solo a quien conmigo va- una mañanita a la orilla de la mar. Era una canción triste que presagiaba algo que no era bueno.

Junio el de las noches en la era. Eran noches estrelladas. Las estrellas, tan lejanas siempre parecían tan cerca que casi estaban al alcance de la mano. Luego, bajo la manta, nos rendía el sueño y el frío de la madrugada.

Sonaban las cencerras de las bestias en los rastrojos. Eran sonidos de latones roncos. Sonaban unos más próximos; otros, lejanos; ladraban los perros. Los hombres esperaban la venida del día  para seguir trillando. El morero iba por agua al pozo.

La cobra de yeguas estaba lustrosa. La yegua más vieja trillaba a la mano; las más nuevas, por fuera. Se terminaba la parva. Los hombres aventaban cuando venía la marea. Se acababa el reposo para todos: hombres, biergos,  escobas de rama y palas A un lado la paja; las granzas, al otro; a los costales, el grano…

Ha pasado mucho tiempo. Está la tarde con barrunto de tormenta. Escribo y me pregunto como se preguntaba el poeta “¿Por qué vendrá la marea / ahora cuando ya no hay parva / que aventar sobre la era”.
 
 

sábado, 30 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ventana

Madrid, desde la ventana, era un cielo cubierto de nubes; el ruido de los coches; unos mirlos que cantaban entre los rosales del jardín; unas torcaces… Madrid en aquella hora de la tarde era un acopio de recuerdos, de cosas que fueron y no están; de personas que debían estar a  nuestro lado…

Madrid de tormentas isidriles eran vientos huracanados que movían con fuerza las ramas de los plátanos de las aceras; de rayos en un cielo más lejano, mucho más lejano que la tierra y que sobrevolaba por los edificios muy altos de la calle, de una calle cualquiera, de un barrio cualquiera.

Madrid era la ausencia del afecto porque vamos llenando el vacío de cruces y no se acaba todo cuando todo se acaba porque quedan rescoldos en la memoria. Eran cruces de silencio; cruces que esperan y están ahí. Todo era vacío y ausencia. Era una tarde que presagiaba que en cualquier momento podría romper la tormenta.

Madrid era un conjuro de gente de las letras por los que uno sentía algo, algo diferente, y de una u otra manera, aparecían: Valle-Inclán y don Pío y Bécquer y Valera y don Gregorio Marañón y todas esas placas que dicen que aquí vivió, o nació o murió… Y están ahí en las fachadas, algunas cubiertas de polvo, a la espera de algún caminante que se pare y las mire y las lea.

Madrid era aquella tarde otro Madrid con cara de niños que salen de la escuela y de trenes con gente que llegaban desde una España arrastrojada - ¿Granja de Torrehermosa, por ejemplo? - en el final de la primavera. Todos iban  con prisa. Todos corrían cuando se acercaban al metro. Los autobuses pasaban con los luminosos encendidos y anunciaban el comienzo y el final del trayecto.

Acaba de irse Santiago Castelo. Él – desde ahora, recuerdo -  había escrito que solo vivir vale la pena. Madrid era soledad en medio del gentío. Las gentes van, vienen ¿alguna vez llegan? Madrid, desde la ventana era ausencia de casi todo; demasiada ausencia…

viernes, 29 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Huerto escondido

El embalse del Retortillo, pasada la Puebla de los Infantes, separa administrativamente, que no de otra manera, las provincias de Sevilla y Córdoba. Lo bordeo.

Es final de primavera; hace calor. Huele a campo que se agosta.  Cantan los pájaros. Por un momento, párate. Escucha el silencio. Difícilmente verás – debe ser por la hora - que crucen  por el cielo azul  cigüeñas negras,  garzas, ánades reales...

A media tarde, tomo el camino hacia Las Navas de la Concepción. El pueblo - tú porque probablemente no puedas - duerme la siesta. La gente - la poca que queda por aquí - a estas horas está al buen recaudo de las sombras. El reloj de sol, de 1835, dice que son poco más de las cuatro.

No encontrarás a nadie que te diga a quién dedican la iglesia, aunque tú ya sabes que la población debe su origen al monasterio del Valle de los Galleguillos, de los monjes Basilios, que destruyeron las tropas de Napoleón, y luego lo terminó de arreglar, es un decir, porque supuso su desaparición, la desamortización.

Los monjes – Basilios - según el primer libro parroquial, construyen la iglesia en el XVIII, en 1764 por más señas, poniéndose, iglesia, monjes y pueblo, bajo la advocación de la Purísima Concepción de María.
 
Para tu  mejor entendimiento deberás saber que de aquella iglesia sólo se conserva pila del agua bendita - bella por cierto -, la imagen de Santa Ana, púlpito, lámpara central y un retablo que dedicaron a San Antonio. 

Pero como todo está cerrado a cal y canto... yo, cuando viajero, tuve que echar mano de las notas que acabo de contarte y con las que gusto acompañarme para las ocasiones.

Antes de partir no me resisto dejar de transcribirte una nota tomada a vuela esquina: “Fonda del Casino. Casa Preferida por los Señores Viajantes. Habitaciones Higiénicas e Individuales. Situada en el mejor sitio de la población. Pl. Alfonso XIII 19 y José Canalejas 1. Navas de la Concepción”.

jueves, 28 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Virgen de Luna

Desde la carretera, pasado el arroyo Guadalmora, el pueblo se ve recostado en una solana. Tejados rojizos y paredes blancas. Sobre una torreta de la luz una pareja de cigüeñas ven cómo pasa el viajero. No le hacen ni mucho ni poco caso. Ninguno. Ganado vacuno de razas retintas y cheroleses, los cerdos ibéricos y un rebaño de ovejas pastan bajo las encinas. 

Salta una urraca – tierra fría – desde las pared de piedra seca que sirven de cercas. El pasto de la dehesa está agostado. No tienen flores las jaras. El sol, cuando la tarde anuncia ya retirada aún achicharra; preludia verano.

La Virgen de Luna está en el pueblo, o sea su pueblo desde el lunes de pentecostés. La Virgen de Luna está en Villanueva – Villanueva de Córdoba – en el corazón de Sierra Morena, en medio de Los Pedroches.

Comparte, porque esta Virgen debe ser propicia a las mudanzas, tiempo de permanencia en su santuario, en Pozoblanco y en Villanueva. Lo de que Pedroche la ‘perdió’ porque no fueron por ella, me dicen que es más leyenda que realidad.

Antonio, el de Las Columnas y Pili me atienden. Me cuenta que la Virgen ahora está en la iglesia de San Miguel y les digo que lo sé y que es lo que voy buscando, que estará aquí hasta octubre, que luego irá al Santuario- por el tiempo de la bellota, hasta febrero - y luego a Pozoblanco. Cuatro meses en cada sitio.

Antonio me da el teléfono de Juan Vicente. Juan Vicente es el cura que supera ya los cuarenta. Me dicen que  lo encontraré en donde el bar Cejudo, en la esquina de la calle Ramón y Cajal, y que le diga que me envían ellos. Y voy y lo encuentro y me abre la iglesia y hablamos de muchas cosas.

La Virgen de Luna es pequeña, preciosa. Ocupa sus andas en la nave de la Epístola de la Iglesia de San Miguel, el titular de la parroquia que por cierto es un templo magnífico. Esbelto y con una fachada muy interesante dando prestancia a una plaza donde abunda el granito. Y, seguí camino…

miércoles, 27 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pasteleo

Rafael era un hombre mayor. Vivía, en la esquina de la Callejuela, unas cuantas casas más arriba, en la acera de enfrente.  Rafael estaba casado, en segundas nupcias, con Margarita. Margarita era una mujer limpia como una patena y sorda como una tapia. Rafael siempre le hablaba a voces pero ni por esas Margarita se enteraba – el resto de los vecinos de la calle, sí - de casi nada.

Rafael era muy trabajador. Le ‘metía’ manos a todo. En verano vendía helado que pregonaba por el campo. Su voz de barítono de pueblo corría por los caminos cuando Rafael y su borrico, que era su medio de transporte, aún venían lejos.

-          “¡Hay helado muy rico!- ¡Al rico helado¡ ¡Qué rico es! – y apostillaba – que lo hace Margarita y lo vende Rafael! ¡Al rico helado!

En invierno compraba la ‘cáscara de la naranja amarga’; iba a Coín por fruta o vendía castañas de la Serranía; otras veces, eran peros de Ronda o lo que el tiempo tuviese a bien que se terciara: boniatos de Nerja, ajos de Alhurín o papas nuevas de la Costa…

Rafael tenía la boca ligera. Ligerísima. De tejas arriba, no dejaba títere con cabeza. Todo aquello se agudizaba cuando, en la puerta de la casa, aparejaba cada mañana el borrico. El animal al sentir el aprieto de la cincha, fingía hincharse y se movía constantemente.

La señora del nuevo secretario municipal, vecina de casa contigua, era pía, de velo de blondas negras, misal y comunión diaria. Lo denunció ante el párroco por ‘blasfemo y escandalizador de niños”.

El párroco lo llamó al orden y lo amenazó con penas mayores. Rafael, una mañana con enorme impotencia, ente dientes, mientras apretaba la cincha del burro que no se estaba quieto ‘dialogaba’:

-          “No te aproveches, no te aproveches…”

Las elecciones del domingo han dejado el patio… Hay un pasteleo que asombra. Algunos no dicen más tonterías porque no entrena; otros, como pataletes en el nuevo nido, tienen el pico abierto. Esperan llenar el buche y si es posible prontito.

Hay quienes, entre dientes, musitan el mismo estribillo de Rafael con el burro porque eso sí, ahora se impone diálogo, mucho diálogo…

martes, 26 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pequeñas grandes cosas.

Estoy sentado donde siempre. Pasa el avión que cada día, a esta hora, cruza el cielo azul y limpio de mi pueblo. Cantan – pian, mejor – los gorriones en los aleros, o sea en el tejado de la casa de enfrente. Pasan coches, más coches. Hay ruido; sube de la calle un clamor de voces de mujeres…

Me miran, como cada día, los montones de libros que llevan no sé cuánto tiempo ahí en los anaqueles. Soportan el paso del tiempo que pone sus hojas un poco más amarillas que el día en que, con mucha ilusión, se despidieron de aquellos con los que convivían en las estanterías de una librería cualquiera.

Vinieron de mi mano. Era la ilusión de quien depositó un dinerillo a cambio de traerlos consigo. Reconozco que no he sido ni cortés ni educado ni complaciente con ellos. A algunos los dejé primero, sobre la mesa; luego, sobre el sofá o la silla y un día, los subí a su sitio correspondiente. ¿Qué se dirían – si es que los libros se hablan entre sí - cuando se vieron junto a otros compañeros por primera vez?

Todo lo que me rodea son pequeñas grandes cosas. Recuerdos comprados por los caminos del mundo; regalos de amigos; obsequios que llegaron un día sin saber por quién ni por mano de quién. Están aquí conmigo. Viven mi vida. Un día  se quedarán solos y serán otras manos y otras voluntades quienes decidan sobre ellos.

Como el maestro Alcántara: “vuelvo a andar el camino desandado / y en mi paso resuenan las cadenas…” Recuerdos que forman parte de mí. Lo que me rodea. Canta, en un corral lejano, un gallo. Algo raro ha tenido que entrar en el gallinero…

Las pequeñas grandes cosas. La felicidad vive en el reino de las pequeñas cosas: el recuerdo de una canción, una ventana con flores; aquella mano de mi madre que me ayudaba a subir al tren cuando ir a Málaga era ir muy lejos. La mano que me levantó la tarde aquella… Ya ven uno a veces se pone así. Deben ser cosas de viejo.

lunes, 25 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Plaza de la Hora

Las choperas del río cambiaban de color dos veces al año. Desde verde de primavera al oro viejo del otoño dejaba, entre medio, el espacio para el estío; los inviernos, crudos, duros, tremendamente fríos.

Por las colinas de enfrente,  cada tarde, cada tarde bajaban las  sombras, y luego la noche, y luego algunas estrellas en el cielo y un manto sobre los cerros y los páramos… y la soledad. Tanta – once años - que hasta pudo volverla medio loca.

El río Arlés confluye con el arroyo del Valle. Van camino del Tajo. Toda La Alcarria es un zumbido de abejas libando en las flores, en el romero, en las plantas que solo se dan en esas sierras y confiere a su miel un sabor especial; único, diferente.

La encerraron en Pastrana. Por el balcón veía la plaza. ¿Lo del ojo tapado era por coquetería femenina que jugaba al despiste? ¿Era tuerta de verdad?  ¿Bizca? Las pinturas de la época dicen que era bonita, hermosa, guapa, elegante y fina como un coral. Era una mujer como no eran otras mujeres.

Era una mujer de quitar uno y dos y tres y todos los sentidos.  Había tenido diez hijos y conservaba una cintura de ninfa.  Su tez blanquecina como era moda en aquellos tiempos – en otros, también – pero en aquellos suponía garantía de ser mujer por encima de muchas otras.

De ideas más largas de las permitidas para algunas cosas. ¿Celos? ¿Espionaje? ¿Infidelidad? ¿Venganza? Mala leche tenía el que la encerró para eso y para más y, encima, era tímido. ¿Qué más se puede pedir? Demasiados interrogantes; respuestas, ninguna.

Desde detrás de las rejas de su propio palacio veía cómo jugaban los niños en la Plaza de la Hora. Rejas en las puertas y ventanas. Enormes. Como el silencio tupido que le ha echado encima la Historia. Sonaban a todas horas los caños de la fuente;  caían sobre el pilar. Era agua clara; no era agua ni mansa ni serena.

Para colmo de sus males, enfrentada a una mujer de mucho tronío: Teresa de Jesús. Pongamos que hoy va de doña Ana de Mendoza y de la Cerda, para la Historia, Princesa de Éboli.

domingo, 24 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Urnas

No soy un analista ni nada que se le parezca. Procuro ir con los ojos abiertos. Oigo y escucho; parece lo mismo, no lo es. Como tampoco es igual mirar que ver aunque, a  veces, como decía aquel: “te miro y no te veo”. Pero no va por ahí el agua al molino. No.

Por cierto el cielo está gris y como legañoso. Es un cielo como aquel que veníamos tras el ventanuco de la clase  nauseabunda en el caserón llamado escuela en la plaza Baja… Un cielo raro, impropio de la primavera y del mes de mayo florido y colorista.

Al comienzo del siglo XX un aragonés, tozudillo de mollera – como muchos de aquella tierra – pidió una regeneración para España. Joaquín Costa, que así se llamaba, quería: “agua, caminos y escuelas”.

Han pasado muchos años. ‘Agua’, entonces como ahora, se relacionaba con progreso, modernidad y calidad de vida; ‘caminos’,  era sinónimos de comunicaciones, ruptura con el aislamiento; ‘escuelas’ ¡Ay, Dios! ¡Escuelas!... Pongan, ahí todo lo que quieran. Se quedan cortos.

Escribo estas líneas y la radio habla de participación en los comicios; la televisión ha puesto imágenes de los que van a votar… Es decir lo de siempre. Dentro de un rato vendrá la realidad. Castilla será un mar sin agua y a los trigos los ondularán las olas del viento.

De estas elecciones saldrá un pan que como hogaza del buen pan castellano nos permite andar – ‘con pan y vino se anda el camino’, dice el refrán – por este suelo patrio (perdón por lo de patrio) durante  cuatro años. Puede salir, también, un gallinero con mucho cacareo y pocos huevos… Ya mismo lo sabremos.

Cantaba el Nuevo Mester de Juglaría a la Rebelión Comunera. Hablaba de laderas verdecidas, de chopos estremecidos, de colmenas enjambradas…de conciencias sobornadas de los que el pueblo envía  como portadores de sus protestas.

 Desde entonces ya Castilla - ¿solo Castilla?- no se ha vuelto a levantar… ¡Por lo que más queráis!; desde ya, y a quien proceda: Educación, pan y trabajo. Si se consigue lo primero, los otros dos, vienen; seguro.

sábado, 23 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Villa San Sebastián

Entonces, como ahora, San Sebastián, estaba muy lejos. El monte Igueldo y el Urugull cierran la Bahía de la Concha. Uno de los paisajes más bellos, más hermosos y más sugerentes que he conocido. El mar abierto al frente y las olas que vienen a dormirse en la orilla…

En San Sebastián vivía doña Francisca Beraza Zabala casada con Fausto Moya, pintor. El matrimonio no tenía hijos. La señora cogió asma. Entonces los médicos recetaban “cambiar de aires” para curar ciertos males.

Era un matrimonio ‘con posibles’. Deciden cruzar el mapa y desde Donostia se vienen a Málaga. Toman el expreso en Madrid y amaneciendo el tren para unos momentos en la estación de Álora. La señora se enamora del paisaje.

Hacen gestiones; se compran un terreno, por la entrada norte de la estación, junto al camino de los Callejones de la Barca. Construyen un palacete. En su puerta principal ponen una cerámica con sus señas de procedencia: “Villa San Sebastián”. Aún está la cerámica.

En Álora, todos los que venían de fuera, si eran españoles, eran “madrileños”; si  extranjeros, “franceses”. Y, en la estación se afincó: “una rica madrileña”. Vivieron hasta que los acontecimientos de la guerra incivil les hizo poner tierra de por medio. La ingratitud, la venganza, la envidia… Ya se sabe, esas cosas. No volvieron más al pueblo.

Sí, son los ‘protagonistas’, en segundo grado, del Romance de ‘Salvador, el Tejero’ Es ‘la rica madrileña de la que habla el romance’: “En este pueblo vivía / una rica madrileña / con dos criadas que tiene / una se llama Candela / Una se llama Candela / otra se llama Mercedes / Y Salvador, el Tejero /  hace mucho que la quiere” (…)

Y concluye el romance, después de contar la tragedia: “Toma Candela este anillo /y se lo das a mi madre / y le dices que me he muerto / de una calentura grande. / Los amos visten de luto / los niños visten de blanco / y fueron a acompañarla / hasta el mismo campo santo.”  Y todo eso que Nuestra Tierra cantó magistralmente.

Junto a Villa San Sebastián, otra familia,  construyó un complejo cárnico y chacinero. Las circunstancias de la vida fueron por otros caminos. Hoy sigue ahí, recogidos en la foto de Felipe Aranda -, el recuerdo de aquella industria -  y  uno de los más bellos palacetes de la barriada de la Estación…

viernes, 22 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La luz

¡Oh, luz de Dios, estrella azul, que brillas en la altura!, canta la letra de un villancico, aunque a estas alturas de mayo no corran tiempos de mantecados, alfajores, roscos de vino ni villancicos. Pero la letra es preciosa.

Las catedrales góticas que nacieron bajo los cielos sombreados por nubes casi permanentes en los cielos del Norte de Europa abrieron en sus paredes enormes testeros ocupados por vidrieras maravillosas. Querían atrapar la poquita luz que se escapaba del sol escondido detrás de las nubes.

Sorprendentes son las vidrieras de Chartres, de Notre Dame, de Amberes, de Colonia… ¡Qué sé yo! No hay que irse tan lejos. Ver de amanecer dentro de la catedral de León es uno de los espectáculos más originales y más sublimes y más excepcionales con que uno puede encontrase. Todo es colorido; todo es una descomposición, en miles de rayos de luz.

No hay que esperar que asome el día detrás de los muros de ninguna catedral. Nos acercamos al solsticio de verano, amanece antes. A eso de las seis el cielo ya cambia de tonalidad. La oscuridad de la noche deja paso a una luz tenue; después el lubricán lo ilumina todo y, luego aparece el sol por el filo del cerro de la Fiscala… e impide que se le pueda mirar de frente.

Dejó Falla en su ‘Amor brujo’ escrito alga así como “ya está clareando el día, tocad campanas, tocad” y la orquesta llegaba al esplendor de su aportación. Esta mañana no era ninguna orquesta que tocaba músicas escritas por los hombres. No eran instrumentos metálicos ni timbales ni platillos ni la apoteosis…

Esta mañana tocaba toda la sinfonía del campo: cientos de pájaros daban la bienvenida a la luz; la partitura la había escrito una mano sublime a la que llamamos la mano de Dios. “Oh, luz de Dios, estrella azul que brillas en la altura”. Oh luz de Dios que haces que toque el campo y todo sea distinto, diferente, único… ¡Oh, Luz….!

jueves, 21 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Conferencia, via El Lugá


-          Oiga, señorita, póngame con el 73 de Álora

-          No se retire, por favor.

Y la señorita jugaba con las clavijas que estaban al final de una cuerda larga, que no era cuerda sino algo como de goma y que además se estiraba y la enchufaba en el tablero que estaba al otro lado de la línea y luego, salía la respuesta a lo demando…

-          Señorita, quiero que me ponga con el 205 de Málaga

-          Tiene dos horas de demora…

Y, la cosa seguía su marcha y la vida de las comunicaciones del pueblo se llevaba a través de una centralita que estaba en el Callejón, dos casas más arriba de donde Maruchi, ‘la Meína’ vendía arencas para merendar y botijos de La Rampla y alpargatas y…

 Otras veces, una mujer mayor, vestida de negro que no se había quitado le luto desde que era una muchacha porque se le había muerto primero, la abuela y, luego su padre y después su madre, y desde hacía no se sabía cuánto su marido que se lo había llevado una puñetera enfermedad que había pillado en el pulmón y don Francisco Zamudio le había dicho que aquello tenía poco arreglo.

-          Niña, porque para ella, la señorita del teléfono era una ‘niña’, quiero una conferencia con Avilés porque quiero hablar con mi hijo para decirte que ya ha venido al cobro el recibo de las “canales”…

-          Tiene siete horas de demora – el recibo de la contribución, no – la conferencia…

Había también quien recibía una conferencia en el teléfono del Bar de Salvador. La conferencia era para las cuatro. Sonaba el teléfono, el camarero se acercaba a la mesa donde se intercambiaban las fichas de dómino – porque en Álora es palabra esdrújula – don José, la conferencia de… Se levantaba, elevaba la voz para que todo el publiquito se enterase de su importancia como hombre de transaciones y negocios.

-          Sí, sí. El camión de cochinos viene a la estación; es para Zumaquero.

-          ¿Cómo?

-          Le deletreo: ‘Z’, de Salamanca; ‘U’ de ‘Güerva’… Todo en mayúsculas porque estos señores son muy importantes. Y, seguía…

Y, todo viene porque Agustín Lomeña me pide que lo ponga en contacto con Felipe Aranda, y no hay manera  que, entre ambos dos, lo consigan y he tenido que decirle que manda… que dos perotes, en Málaga, se pongan en contacto telefónico, vía el Lugá…

-          “Po, ezo, Empu…”
 

miércoles, 20 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Matar a los ruiseñores

Estoy sentado y veo cómo se va la tarde. Es una tarde revuelta de primavera. No es una tarde cualquiera. Sierra de Aguas se ha coronado de nubes de tormenta. Es un cielo gris, feo, oscuro. Por entre los claros aparecen los últimos rayos de sol que apuran lo que queda de día.

Las tardes que presagian tormentas se echan un mantoncillo especial sobre sus hombros. Todo el campo parece erizado como quien espera que pase algo que no llega pero que puede pasar. Las tormentas de primavera vienen con granizo, con goterones fuertes, con vientos racheados… No sé dónde se han metido esta tarde los pájaros.

Hace un rato las golondrinas estaban en una regata de nubes y vientos. Arrancaban y se frenaban en seco. Un mirlo voló como vuelan los mirlos con un vuelo corto y desconfiado y se posó unos metros solo un poco más lejos; no había tórtolas arrullando en los álamos del río.

El viento agita las copas de los árboles. Se bambolean los cipreses y las cañas  del borde de la acequia entonan un rumor sordo que va y viene. Todas las hojas de los chopos son un tintineo permanente.

Ha pasado un tren. Es un tren de los que cubren la media distancia de Málaga a Sevilla. Cuando el tren llegue a la orilla del Guadalquivir ya estará soñando la Giralda con  las carretas que se fueron por la orilla del río camino de la Marisma. Las carretas que no son las que cantaba Juan Ramón estarán acurrucadas en las sombras de la noche.

Cuando el tren llegue a Sevilla estarán a dormivelas las jacarandás. Esperan un nuevo día y pondrán de lila el cielo y, dentro de un rato podrían tocar a maitines, como lo hacían en otro tiempo, las campanas de los conventos.

La radio del coche me trae al suelo. Se debate entre la vida y la muerte la muchacha turca que quería ser cantante. Cada año, dice la voz del locutor, en Turquía mueren sobre trescientas mujeres por culpa de la violencia machista; este año, ya se acerca a las cien. ¡Dios mío qué fácil es matar a los ruiseñores!

martes, 19 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Carta de amor

¿Sabes? Me enamoré de ti una tarde de primavera de hace mucho tiempo. Yo tenía diecinueve años; tú, unos cuántos más. No sé cuántos, pero eran algunos porque siempre hemos tenido una diferencia de edad aunque mirándolo despacio no sé si se nos nota mucho.

Aquella tarde te vi. Te vi como si me estuvieses esperándo desde siempre y yo te andaba buscando casi sin saberlo. Eras como la brisa que viene del mar; como las olas de nácar que dicen que se paraban en la arena. No te lo creas. No es cierto. Tú eras una  de aquellas olas.

Te vi y me dije: “Es la mía” Era tu talle, tu manera de andar, tu forma de bambolearte para dejar que se escapase el aire que, entonces, tomaba más embrujo, más encanto, más… ¿cómo te diría yo? Sí, eso, eso que tú estás pensando, y a uno, en esa edad tan peligrosa le entraban unas ganas enormes de bebérselo y cortarlo en seco… Dentro revoloteaban mariposas de todos los colores

Tenías una manera de mirar.  ¡Dios mío, qué manera! Daba igual verte de lejos, desde este lugar donde apenas se divisan las facciones. Daba igual verte en la media distancia, como verte en la distancia corta y entonces, ¡ay, entonces, eres más tú! Y te hacías irresistible

Después te vino el moreno del verano. Moreno de soles como ese sol que dora los trigos en las lomas de Virote, como el que pone la tez sensual, voluptuosa, insinuante…y la atracción es algo irresistible y tú te mostrabas como eres: única. Y, a uno le costaba refrenarse.

Y cuando la noche llegaba y el cielo ya eran puntadas de estrellas perdidas a las que llamamos luceros, entonces eras un perfume de biznagas y jazmines y rosas a medio abrir y… Desde aquella tarde de una primavera en que yo era joven y te lo dije,  lo he mantenido: ¡Álora, Álora mía: mira que yo te quiero!

lunes, 18 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Albaicín nuestro

El Barranco – el Albaicín nuestro - merece un rato parte. Puedes entrar por la calle Postigo. El postigo era una pequeña portezuela que se abría en la muralla que rodeaba el castillo y luego, andando los tiempos, abrió una calle, estrecha y empinada, que se encarna en el corazón del caserío.

Lo que son las cosas. Originariamente bajaba de la muralla, pero cuando el pueblo varió de situación, quedó en orden inverso, pues asciende desde la Plaza Baja de la Despedía a lo alto del Barranco.

Es la más antigua de la población ya que aparece en el Libro del Repartimiento de 1486 y se la llama Postigo de la fortaleza y Postigo que entra al arrabal de la Villa. Poco después la llaman Postigo de Malpartida, refiriéndose a Cristóbal de Malpartida, caballero entre los vencedores a quien se le da casa lindera con el adarve. Durante el siglo XVII se llamó calle Bermúdez.

Por la calle Ancha, puedes subir a Las Torres, (para nosotros, el castillo son Las Torres).  Felipe Aranda, que es el autor de la foto, cazó a la luna una noche que se asomaba a la calle…

Cuando hayas superado el primer tramo, antes de llegar a la calle Churrete, (sugestivo nombre, ¿verdad?, pues no te quedes ahí la susodicha calle termina en el Llano de las Monas, ¿por qué? Ni idea). Te decía que por ahí también te puedes adentrar en el dédalo de casas apiñadas y ahíto de cal.

Vuelve sobre tus pasos. De nuevo, en la calle Ancha. No te diré cuándo ni dónde debes pararte. A ratos según la marcha se te cortará el resuello. Si cuando llegues a la Joyanca te da por mirar a la vega, el paisaje se abre. Un río manso y lento corre por tierras feraces. Va camino del mar, el Mediterránero; si miras a tu izquierda te sobrecoge la mole del castillo.

Si ya has subido, párate en la explanada de entrada antes de entrar. El castillo lo dejamos para otro día. Ahora, retira todo lo que tuviste de valor – te habrá impresionado el precipicio – y bájate por la calle del Carril. Ya bordeas la muralla y luego, cuando llegues a la calle, verás que este Albaicín nuestro es único, precioso, de eso que uno se encuentra, sin saberlo, cuando se da a andar los caminos…

domingo, 17 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores

Lina tiene lo dicen que mueve el mundo, o sea, ilusión. Lina emprendió hace un tiempo una campaña en solitario. Lina quiere cambiar la cara exterior de las calles del su pueblo, que también es el mío, Álora.  Lina pide algo muy sencillo: “Pon flores en el balcón”.

Ha colgado una nota de prensa en la que se informa. “Diecisiete mil personas visitan los patios de Córdoba” (persona más o persona menos, que tampoco es cuestión de hacer ahora un recuento como en noche electoral, eso no lo dice Lina, lo digo yo) y tú todavía lo estás pensando”.

No me une ninguna amistad personal. Creo que no he cruzado con ella una conversación que supere un par de minutos más allá del saludo protocolario que establecen las leyes de la cortesía y la corrección. Pero, ¿verdad que el empeño de esta mujer es algo encomiable? ¿Verdad que si todos le hacemos un poquito, solo un poquito de caso, podríamos cambiar algunas cosas?

Hace un tiempo colgó dos fotos virtuales. Una de las fotos era de la Calle Santa Anta; otra, de la calle Benito Suárez. El aspecto exterior de esas dos calles causaban asombro. Siendo, como lo son, de una gran belleza urbanística tomaban un cariz que las hacía aún más especiales.

De hacer caso a ese mensaje de Lina la cara exterior del pueblo sería otra. Cal blanca y flores en las ventanas. A los ‘desertores y desobedientes’ se le podría cantar, en todo su sentido, la copla: “Tu calle, ya no es tu calle/ que es una calle cualquiera…”

No es fácil tener unos balcones como esa barandilla del Callejón, ahíta de colorido. Lo sé por experiencia. Hay lugares a los que el sol castiga en demasía. Sé, también, que hay otros muchos, ‘por la gracia de sus manos’ o por lo que sea...

Sin ánimo de polémicas, vayan cuando tengan tiempo al embroque del Callejón de Padilla con la calle Erillas.  ¡Isabel tiene una reja de geranios y claveles…!  Mi calle no es una calle cualquiera; Lina, tú tampoco.

sábado, 16 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El patio

Hablaba el cancionero infantil de un patio. Era el patio de mi casa. Y anunciaba a los que querían escucharlo que era “particular” y, además, por si a alguien le daba por pensar en otras cosas, cuando llovía, se mojaba como los demás… Pero no va por ahí la cosa.

Desde La Rioja llegó a Madrid, Pepe Blanco, y en aquella España de más hambre que vergüenza, cuando se pasaba el túnel de la posguerra, hizo una apología de un plato típico: el cocido madrileño. La olla no hervía en el patio de vecinos de la corrala sino en la buhardilla. Da igual, tampoco es cuestión de uno u otro sitio, pero tampoco por aquí va el agua al molino.

Una tarde soleada de mayo, Leonardo Fernández, quizá – o sin quizá – el último pintor malagueño seguidor de la Escuela Malagueña del XIX, me respondía a una pregunta. Maestro, ¿por qué el agua es una constante en tu obra? “Porque era lo primero que escuchaba al despertarme cada mañana: caía sobre el lebrillo, en el patio de mi casa”. Pero no es tampoco ese patio.

Si se pone la radio, se abre un periódico o se ve un telediario… Entonces sí que tenemos idea de otro patio. ¿Patio? ¿Y si a ese patio le cambiamos el nombre y lo llamamos gallinero? ¡Dios que totum revolutum! No se pueden clavar más espolones al adversario ni decir más tonterías, más sandeces, más ofensas… y todas ensartadas como en una ristra. Por favor, no piense usted en eso; no, que todos, no son, aunque algunos sí.

En los años setenta por España corrió un aire fresco que se llamó Transición. Era un aire de ilusión, de cambio hacia algo bueno que sabíamos que iba a venir.  Jarcha cantó sus “Bienaventuranzas”: “Bienaventurados madre / los políticos de oficio / que trabajan para el pueblo / si ello les da beneficio”…

Se adelantaron unos años. Nunca pensamos que el patio llegaría a donde ha llegado. A la mediocridad – algunos -  han unido la desvergüenza, le dan patadas al lenguaje y meten las manos hasta en los boquetes de las ratas. Aunque, de verdad, nunca sabremos quién es más rata, si las de dentro o las de fuera.

viernes, 15 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Vida

Los granados frondosos ofrecen lo que serán granadas cuando el otoño los vista de oro viejo. Están exuberantes las zarzas de los vallados y los ciruelos muestran las frutas camino del cuaje para dentro de muy poco tiempo. Están, también, en camino los olivos, y los almendros y los almeces de la ribera del río.

En una oquedad del puente del arroyo del Sabinal que pasa bajo la vía del tren este año, como todos los años, han vuelto a anidar las lavanderas. Son pajarillos preciosos; derrochan belleza y colorido.  Cuando paso miro de soslayo porque no quiero espantarlas y sientan miedo. Las veo echadas en su nido; esperan que pase el tiempo.

Una pareja de carboneros, los ‘pajaritos del agua’, han sacado una camada de cuatro pollitos. Están aún con los pelillos del diablo. Su casa es un nido pequeñito y caliente en un cruce de ramas en un limonero, casi en el borde del camino, junto al vallado de los granados. Cumplen su ciclo mirlos, jilgueros, chamines, tórtolas… El campo es una sinfonía de canto y colorido.

Por febrero volvieron las golondrinas; las de Bécquer y las otras. Las de Bécquer siguen con el vuelo refrenado en los cristales y extasiadas en la hermosura que cantaba el poeta de Sevilla se escapan de los libros de hojas ajadas; las otras han colgado sus nidos en los rincones del cobertizo y el primer vuelo de pataletes se señorean en los cables del tendido eléctrico.

Casi se quedan sin agua los regatos. Han entrado en estiaje los arroyos y en los pocos charcos buscan el oxígeno los pececillos que nacieron en el desove de hace unos días. Son peces que entraron por un camino que al igual no debieron tomar pero ya hay poco arreglo. En sus orillas florecen las adelfas.

Amarillean los trigos; sobresalen como banderines rojos las amapolas que ponen los hincos a su antojo en medio de la granazón que espera siega primero; la era, después. Es, sencillamente, una parte de  la vida.

jueves, 14 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Cristo de la Buena Muerte

 Dicen que nadie en el Tercio sabía quién era aquel legionario; el Cristo de la Buena Muerte, sí. Dicen, que nadie sabia su historia; el Cristo de la Buena Muerte, sí.

Dicen, que aquel hombre a quien la suerte hirió con zarpa de fiera, se fue a los brazos del Cristo -  de su Cristo - y se durmió como quien reposa la cabeza en el último suspiro y allí se quedó porque sin saberlo él, el Cristo de la Buena Muerte lo esperaba desde no sabía él cuando, en Santo Domingo. Y dicen y dicen….

Los papeles viejos cuentan que era allá por el XVI, en 1579 cuando se funda la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad. Procesión severa y seria. Salen en Viernes Santo. La orden dominica, en el corazón perchelero le cede los terrenos necesarios para capilla y panteón… Nacía - años después junto al Cristo de la Buena Muerte - una Congregación, Santo y Seña de la Semana Santa de Málaga.

No se sabe cuándo se produce el entronque de Pedro de Mena con la Congregación. El imaginero nació en un agosto granadino y murió en un otoño malagueño del siglo XVII. No importa ni el día ni el año. Los papeles lo dicen pero ¿qué más da? De Granada se trajo el misticismo y de Málaga tomó la brisa que venía del mar y todo quedó marcado en su obra.

Se instaló en calle Afligidos para ‘estar cerca de sus hijas’ profesas en la Abadía del Cister, en frente, y junto a la Catedral donde dejó una de sus obras maestras en el Coro. Después vinieron otras: María Magdalena, Ecce Homo, San Francisco de Asís…. Y el Cristo.

Una aciaga noche – de mayo - a muchos hombres se les cambiaron los cables. Era 1931. El fuego devora Santo Domingo y muchos templos más de Málaga… Entre otras obras desaparecidas, el Cristo de la Buena Muerte…. Legión, Buena Muerte, Santo Domingo, Perchel y Mena… y España sin entenderse. Papeles, muchos papeles dicen eso y más cosas.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mala madre

Dice la televisión que ha vuelto a temblar la tierra en Nepal. Cuentan las noticias que hay más muertos sobre los que ya había; más desolación sobre el abatimiento total; más miseria sobre la pobreza extrema del que solo le quedaba la vida y, encima la pierde. Mala madre

El país de valles bellísimos, de ríos de aguas frías que bajan de las nieves perpetuas llora lagrimas más heladas que sus temperaturas invernales. Ni los cielos son tan azules, ni las laderas son tan verdes, ni las carreteras son tan pintorescas, ni las nubes son tan algodonosas y blancas. Todo es luto. Mala madre.

Piden ayuda desde el grito de su impotencia. No tiene nada de lo básico. Informan que los hospitales – si a algunas cosas se les puede llamar así - están colapsados. Dicen que hay niños perdidos, deambulando, sin nadie ni nada que los ampare. Dicen otras cosas de algunos hombres que no saben estar en su sitio. Ni allí, ni por supuesto, aquí. Y dicen y dicen… ¿Mala madre?

Las montañas del Himalaya, además de encerrar entre sus cumbres paisajes únicos, dan cobijo a una tierra que en su interior tiene mucha movida. Demasiado movimiento. Los temblores con un espacio de tiempo tan pequeño, entre uno y otro, vienen a corroborar algo que se conoce pero, sistemáticamente, se ignora.

Cuando en la orografía se estudia la formación de esas cadenas montañosas tan enormes se habla de cinturones de fuego en el Pacífico y de líneas transversales que atraviesan el planeta de Este a Oeste y llega desde el confín de Asia hasta el Estrecho de Gibraltar. Está ahí aunque escondamos la cabeza debajo del ala.

Periódicamente los movimientos telúricos ocupan las primeras páginas. Originan un movimiento de solidaridad. Pueden ocurrir en Marruecos, en Centro América o en Lorca. Suena la campana y la gente, como las liebres con tiros de los cazadores, levanta la oreja por ver qué ha podido pasar…. Luego, si te vi, ni me acuerdo.

martes, 12 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Calor

Dice el hombre el tiempo que viene calor. Más calor. Sin miseria. Para dar y tomar y que en algunos sitios creerán que ya es verano pleno y Antena 3 pondrá esas imágenes de Benidorm donde la gente en la playa tiene un gran parecido con las barricas de arencas que vendía Jeromo, ‘el Meíno’. O sea apiñados.

Dicen que todo esto tiene un culpable. Lo llaman cambio climático. Yo de esas cosas no sé; de otras, tampoco y me encojo de hombros y pienso que algo tiene que haber que está dando bien la jaqueca con bofetadas de la madre naturaleza que más que madre parece otra cosa bien distinta.

Cuando por esas fechas llegaban los exámenes – ahora me parece que se llama evaluación continua permanente, o algo parecido – se daban los últimos repasos. En las noches templadas de mayo, después de llevar la cabeza algo caliente, bajábamos al patio del recreo donde esperaba la Virgen Blanca – la de Vitoria, no; la nuestra – entre flores para el Mes de María. Y, oigan hacía calor.

Desde Gibralfaro venía la brisa que subía del mar. El patio del recreo acogía a muchos muchachos que había llegado hasta allí, la mayoría, siguiendo unos ideales de generosidad y de entrega y que luego, cada uno siguió, como tiene que ser su camino.

Un rato antes cada uno se las había andado entre si Tito Livio con la ‘Ab urbe condita’, que si la cristalografía de don Remigio, que ante nuestras tozudeces de muchachos, machacaba: “hijo que esto no es una piedra, que es un mineral”, que si don Juan, “ si yo he hecho el problema’. “Sí, sí, claro que lo has hecho… lo has hecho polvo”.

Un rato antes, si la tarde estaba clara, África se venía enfrente, casi al alcance de la mano y el mar era un charco grande y uno recordaba cómo don Rafael Vela, el mejor profesor de Literatura que he tenido, nos comentaba aquello de: “Que por mayo era, por mayo / cuando hace la calor / cuando los trigos encañan…” Por un casual ¿entonces, no había cambio climático?

lunes, 11 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olvido

Por las tierras de su pueblo corren las aguas del río Jabalón. El río nace en los campos de Montiel y lleva sus aguas al Guadiana. Por las tierras de su pueblo, dentro de unos días, cuando empiecen a sacar las camadas de perdices aparecerán los pollos que se camuflan con el color pardo y….

Ya están los viñedos llenos de pámpanos y el campo agostado. Su pueblo no llega a los mil habitantes. Está encamado en la llanura y deja que pasen las horas largas de la siesta. Aprieta la calor. El silencio solo lo rompe el canto de las chicharras y el zumbido de algunos insectos perdidos por estos campos de soledad.

De este hombre dice una placa colocada en la fachada de la casa donde nació  que fue Vizconde Banderas, Conde de Luchana, Duque de la Victoria, de Morella, Grande de España, Capitán General, Ministro de Guerra, Presidente del Gobierno, Regente del Reino, Príncipe de Vergara, Gran Cruz de Isabel la Católica, San Hemegildo, Carlos III, San Fernando, Toisón de Oro, Gran Cruz de la Legión de Honor, de la Orden del Baño, de la Torre y Espada, de la Orden de la Encina, de San Juan de Jerusalén...

Liberal de Cádiz, es decir, de los buenos de los buenos, ejerció en el liberalismo toda su vida que estuvo llena de luces y sombras. Normal. Era humano. Apostó por la relación con Inglaterra. Fue amigo personal del embajador. Sus enemigos no se lo perdonaron. Un día apareció una pintada: “aquí vive el Regente; quien manda, vive en la casa de enfrente”.

El hispanista canadiense Adrián Schubert dice que España se ha permitido el lujo de olvidarlo. No es ninguna novedad. Era de pequeña estatura, moreno y sobrado de atributos (él y su caballo). Granátula de Calatrava que es donde nació, también ha puesto en la placa: “No quiso ser rey de España…” Ese ‘bicho’ raro se llamó Bartolomé Espartero.

domingo, 10 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pájaros

Los que vivimos en el corredor de entrada de un aeropuerto sabemos del piar ronco y monótono de los pájaros de acero que controlan la velocidad y la pérdida de altura, ordenadamente, para llegar a la tangencial de tierra sin ningún sobresalto raro.

Esta mañana luminosa de mayo y con algo de calor parece que el aeropuerto de Málaga tiene programada la recepción de muchos pájaros de estos. Tantos, que son  una banda. La banda por la frecuencia y por el ruido es numerosa. Puede que mañana o dentro de un rato las noticias digan que batieron un récord de operaciones o de viajeros o de vaya usted a saber.

Cuando miramos al cielo,  a veces, se ven hasta cuatro de esos pájaros hechos para volar de otra manera. Todos siguen una línea recta. Son muy obedientes estos pájaros y no se salen de su camino.

Cuando uno de estos pájaros se pierde por el horizonte de los Montes de Málaga; otro ya está sobre Sierra Aguas; otro, casi apunta con su pico – que como ya vienen bajos enseñan los colores: azules, grisáceos, rojos, celestes…- al Hacho. Y el cuarto, casi por la vertical de nuestras cabezas.

Pero hoy estos pájaros tienen un hálito de tristeza. A media tarde de ayer, uno de ellos, hacía un vuelo de pruebas. Dicen que  perdió la línea recta y la tangencial con el suelo. Ni fue a su sitio, ni fue a la pista deseada. Ahora buscan las causas del porqué ese pájaro tan bello, tan perfecto, tan sincronizado no hizo las cosas como debía hacerlo… Se ha llevado por delante cuatro vidas.

Es temprano. Ya calienta el sol. Pienso en aquella otra mañana lejana. Lo contaba Juan Ramón. Diana jugaba con Platero…Platero ponía las orejas de punta, “cual dos cuernos de pita, la embiste blandamente y la hace rodar sobre la hierba en flor”.

El Airbus de Sevilla, ayer,  se encontró con otros cuernos de pita, - dicen que un tendido eléctrico - no rodó blandamente y el sembrado no fue la hierba en flor. No. Fue un sudario negro de humo y muerte…

sábado, 9 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las colmenas

Estaban, conforme se sube a la fuente de Juan Valor, en un recodo del camino casi donde terminan la tierras de labor. El colmenero las había puesto en el lugar apropiado: cerca del agua, en tierras con abundante floración en primavera y a pie de la sierra.

El colmenero es un hombre relativamente joven. Sube en un coche adaptado para transitar por caminos ásperos y pedregosos y tiene el vehículo adaptado para realizar su trabajo profesional. El colmenero es un hombre un poco distinto a otros hombres.

Me dice que a él no le pican porque sabe tratar a las abejas y cuando hay que mover las colmenas lo hace siempre aprovechando la noche que es cuando están en reposo y toda la colonia está dentro de la colmena.  Sabe castrarlas y cuando hay que hacerlo y si le avisan de la presencia de algún enjambre sabe cómo capturarlo.

Yo suelo echar algunos ratos con él cuando lo veo. Es un hombre muy afable y me cuenta muchas cosas que, a los que somos curiosos, nos da información. Un día me dijo que él comenzó en eso de las colmenas por afición pero que ahora es su actividad principal ‘porque si se saben llevar las colmenas pueden sacar adelante una casa’

Me ha hablado de las diferentes clases de miel y que viene en función de dónde liben las abejas que tienen un radio de recorrido bastante grande, por eso nunca se pueden colocar cerca de las casas, ni próximas a las carreteras ni… pero no pueden estar lejos del agua.

La miel fue conocida por el hombre desde hace miles de años. Tiene tantas propiedades que en algunos lugares se utiliza con fines terapéuticos. El colmenero me dice que él desde hace muchos años, en ayunas, toma un zumo de limón y lo endulza con miel. Por lo que pueda pasar, yo voy a seguir sus pasos. El colmenero tiene la tez de la cara rojiza. Vende salud. ¿Será por eso?

viernes, 8 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Barbeito

Lo llamé a eso de cuando la media noche casi toca con los nudillos en la puerta. Lo llamé porque el Sevilla, ‘su’ Sevilla acababa de dar un recital de fútbol, - sobre todo en el segundo tiempo -, había pasado por encima de un gran equipo; no le dejó brillar y casi sacó el billete para jugar la final en Varsovia…

No me cogió el teléfono a la primera, y en cuanto pudo me devolvió la llamada. Y, como en la copla de Sabina nos dieron… Las horas del reloj cuando se habla con Barbeito, que es de quien se trata,  corren más que otras veces. Al menos, a mí me lo parece.

Hablamos de lo divino y de lo humano y se interesó, como hace siempre, por mis cosas y hablamos de campo, de nubes y de cielos, de pinares en primavera, y de olivos, y de ríos que nacen en tierras lejanas y pincelan de colores las piedras.

Y me dijo que por qué no nos íbamos juntos a La Toscana y hablamos de viñedos y de campiñas y de cipreses en las colinas y de carreteras, ‘algunas, son como una guita en el bolsillo’, me dijo. Y le dije que sí, pero que cuando uno se queda delante de las puertas del Baptisterio de la catedral de Florencia… entonces, amigo mío, entonces sí que se para todo.

Y me contó del paisaje, del suyo, del paisaje de su Aljarafe que lleva a sus artículos y del cielo: "porque hay cielos por los que merece la pena creer... en el cielo", y de la marisma y de los toros de Morante y de cómo torean algunos maestros: Finito, Padilla, o José Antonio cuando están a gusto con el becerro y con ellos mismos.

Y hablamos de libros y de otros viajes. “Llevas el mapa de España en la cabeza, - me lanzó. Me has dicho setenta kilómetros y según pone aquí son sesenta y ocho” -. Y uno sonríe y agradece y entonces piensa que por lo de anoche y por lo de otras noches, que sí, que es verdad, que existen los Reyes Magos, aunque para disimular, se hayan cambiado de nombre…

jueves, 7 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El biznaguero

Abro la página. Veo que mi amigo Felipe Aranda ha puesto en mi muro una foto. Calle Larios. Posa para él un biznaguero. Me viene la chispa. Me pongo a enlazar palabras. “Va, por usted maestro”.  Hay poca gente en la calle. Brilla el suelo. Unos toldos mitigan el calor del verano. Viene hacia el fotógrafo (ella no lo sabe) una señora vestida de rojo; el bolso en bandolera…

Cae la tarde. El sol dice que ya está bien por hoy. Se ha echado a la calle el biznaguero. Lleva una flor que no es flor. No vende ni violetas imperiales, ni nardos apoyados en la cadera, ni va, ni viene por la calle de Alcalá ni por otras calles de otros sitios. No.
El hombre lleva en su mano una penca de chumba. Limpia de espinas y un poco encorvada. Ha pinchado los palillos largos de la biznaga;  en extremo ensartados con primor un puñado de jazmines…
Dicen que los jazmines – los primeros, claro – vinieron por el mar azul de Ulises que tenían por suyo las naves fenicias que llegaban desde el otro extremo. Se habían criado tierra adentro, donde las mil y más de mil, y de muchas noches amparaban los ojos negros y profundos y jugaban con el misterio y el embrujo de eso que llamamos amor.
El biznaguero es esencia de Málaga. Es otra esencia. Como  era esencia el cenachero que vendía el pescado del copo sacado al rebalaje y pregonado por la calles. Como eran esencias aquellos que vendían plátanos y caracolas y toritos con banderillas de plástico junto a la verja de la estación cuando éramos niños y veníamos a tomar el mixto que nos devolvía al pueblo.
El biznaguero, el que ha puesto en la foto mi amigo Felipe, tiene superada la media edad. Viste un pantalón negro, zapatos negros y una camisa blanca. Se complementa con  un chaleco. Lleva apretada la cintura con una faja  roja de general porque el biznaguero es un general, el mejor general, el único general del perfume en las tardes y en las noches de verano. Y, además, vende una flor, la única flor que no es una flor: la biznaga.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Callejeo

La tarde estaba de paseo y primavera. Luz recostada en las torres de la Alcazaba y flores en los balcones. Las calles con gente, con tanta gente que casi se hacían intransitables. Las calles se quedaron pequeñas para acoger a todos los que decidieron disfrutar de la esencia del color y de la brisa que venía del mar.

La Plaza de la Merced conserva un poco de aquel decimonónico encanto de cuando Torrijos creía en la Libertad y decidió que España debía ir por ese camino. Claro, luego vino lo de El Bulto y lo de la playa de San Andrés…

Lo que fue el cine Astoria  espera una solución a su problema urbanístico. O mejor, a su problema de dinero, porque en el fondo, es quien todo lo mueve y quien casi todo lo puede. ¿Cuándo vendrá la solución?

Sube la calle de la Victoria en busca de la salida hacia aquella carretera de los Montes por los donde se iban los camiones cargados de pescado con un reguero de agua despedida por el hielo que se derretía. Por el túnel de Alcazabilla entran y salen coches. Ruido, vorágine. Solución oportuna para un problema al que se le buscó salida.

Bajo por Alcazabilla. Las terrazas de los bares casi nos dejan sin calle. Han puesto muchas flores, es verdad, para acotar las distancias entre los que andamos por la calle y los que están sentado placenteramente. ¿De quién es la calle?

Paso por la puerta del cine Albeniz. Recuerdo, cuando de muchacho vi allí, ‘Molkai, la isla maldita’. Luis Lucia nos mostró a Damián de Veuster que dio su vida por los leprosos en una isla perdida en un archipiélago en medio del Pacífico.

Un poco más abajo, a la derecha, Ibn Gabirol, en bronce recuerda a un judío malagueño. Entonces era otra Málaga, como eran otros los cánones de la poesía y del saber. Si no que lo digan los jóvenes que celebran sendas cruces de mayo – botellón, incluido – a las puertas de las dos Casas de Hermandad…

El teatro romano, habla también de otros tiempos. Hay gente; mucha gente en la calle, tanto que la ciudad es un hervidero como lo va a ser cuando dentro de unos meses, lo que fue Aduana abra las puertas y se llame, Museo de Bellas Artes…