La primera luna de mayo se paseó anoche por el cielo limpio
y placentero. Siguiendo a Miguel, al cielo le venía como anillo al dedo: “con
luna y aves, las noches / son vidrio de puro claras”. Los demás versos son un
canto al campo y a todo lo que el campo encierra.
Cuando éramos niños los últimos momentos de la clase de la
tarde, en el mes de mayo, olía a Mes de María. Don José Oropesa no enseñó
aquello de: “Es más pura que el sol…” y “Venid y vamos todos con flores…” Un
aroma denso a chilindros y a sudores de niños apretujados en pupitres
bipersonales llenaba la tarde.
Ya “no resonaba en el fondo de la galería un piano
destemplado que parecía balbucear de mala gana…” ni “España limita al norte con
el mar Cantábrico y los Montes Pirineos”, ni aquella tabla de multiplicar de tres
por ocho…, y los raspados de turno agregaban un estribillo con algo
impublicable, ni…
Han aparecido cruces de mayo en rincones pintorescos; en
patios y en recodos de las calles; en lugares donde se dan cita los vecinos. La
cruz lo llena todo: flores, muchas flores. Las cruces están ahítas de flores y
detrás toda la retahíla totémica que el pueblo llano encierra junto a tanto
misterio.
Se ha engalanado Álora y Granada y muchos
pueblos de la Sierra de Huelva: Almonaster la Real, Alosno… y muchos más. Y, en
esta luna de mayo en que sabemos que nos hicimos mayores y buceamos en los recuerdos
echo mano al fandango porque es tiempo de fandangos: “Pensé echarte al olvido /
y no te pude olvidar / soy como el pájaro herido / vuela siempre al lugar /
donde tuvo el primer nido”.
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