miércoles, 13 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mala madre

Dice la televisión que ha vuelto a temblar la tierra en Nepal. Cuentan las noticias que hay más muertos sobre los que ya había; más desolación sobre el abatimiento total; más miseria sobre la pobreza extrema del que solo le quedaba la vida y, encima la pierde. Mala madre

El país de valles bellísimos, de ríos de aguas frías que bajan de las nieves perpetuas llora lagrimas más heladas que sus temperaturas invernales. Ni los cielos son tan azules, ni las laderas son tan verdes, ni las carreteras son tan pintorescas, ni las nubes son tan algodonosas y blancas. Todo es luto. Mala madre.

Piden ayuda desde el grito de su impotencia. No tiene nada de lo básico. Informan que los hospitales – si a algunas cosas se les puede llamar así - están colapsados. Dicen que hay niños perdidos, deambulando, sin nadie ni nada que los ampare. Dicen otras cosas de algunos hombres que no saben estar en su sitio. Ni allí, ni por supuesto, aquí. Y dicen y dicen… ¿Mala madre?

Las montañas del Himalaya, además de encerrar entre sus cumbres paisajes únicos, dan cobijo a una tierra que en su interior tiene mucha movida. Demasiado movimiento. Los temblores con un espacio de tiempo tan pequeño, entre uno y otro, vienen a corroborar algo que se conoce pero, sistemáticamente, se ignora.

Cuando en la orografía se estudia la formación de esas cadenas montañosas tan enormes se habla de cinturones de fuego en el Pacífico y de líneas transversales que atraviesan el planeta de Este a Oeste y llega desde el confín de Asia hasta el Estrecho de Gibraltar. Está ahí aunque escondamos la cabeza debajo del ala.

Periódicamente los movimientos telúricos ocupan las primeras páginas. Originan un movimiento de solidaridad. Pueden ocurrir en Marruecos, en Centro América o en Lorca. Suena la campana y la gente, como las liebres con tiros de los cazadores, levanta la oreja por ver qué ha podido pasar…. Luego, si te vi, ni me acuerdo.

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