La Plaza de la Merced conserva un poco de aquel decimonónico
encanto de cuando Torrijos creía en la Libertad y decidió que España debía ir
por ese camino. Claro, luego vino lo de El Bulto y lo de la playa de San
Andrés…
Lo que fue el cine Astoria espera una solución a su problema urbanístico.
O mejor, a su problema de dinero, porque en el fondo, es quien todo lo mueve y quien
casi todo lo puede. ¿Cuándo vendrá la solución?
Sube la calle de la Victoria en busca de la salida hacia
aquella carretera de los Montes por los donde se iban los camiones cargados de
pescado con un reguero de agua despedida por el hielo que se derretía. Por el
túnel de Alcazabilla entran y salen coches. Ruido, vorágine. Solución oportuna
para un problema al que se le buscó salida.
Bajo por Alcazabilla. Las terrazas de los bares casi nos
dejan sin calle. Han puesto muchas flores, es verdad, para acotar las
distancias entre los que andamos por la calle y los que están sentado
placenteramente. ¿De quién es la calle?
Paso por la puerta del cine Albeniz. Recuerdo, cuando de
muchacho vi allí, ‘Molkai, la isla maldita’. Luis Lucia nos mostró a Damián de
Veuster que dio su vida por los leprosos en una isla perdida en un archipiélago
en medio del Pacífico.
Un poco más abajo, a la derecha, Ibn Gabirol, en bronce
recuerda a un judío malagueño. Entonces era otra Málaga, como eran otros los
cánones de la poesía y del saber. Si no que lo digan los jóvenes que celebran
sendas cruces de mayo – botellón, incluido – a las puertas de las dos Casas de
Hermandad…
El teatro romano, habla también de otros tiempos. Hay gente;
mucha gente en la calle, tanto que la ciudad es un hervidero como lo va a ser
cuando dentro de unos meses, lo que fue Aduana abra las puertas y se llame,
Museo de Bellas Artes…
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