Pura y cochina envidia. Lo ha sentido el sur y lo ha cantado
a los vientos. Verán. Estos días los ciclistas, sobre bicicletas, - ¿cómo, si
no?- recorren eso que parece una bota. Se llama Italia. La carrera es una
clásica ‘el Giro’. Coronan los Apeninos, los Dolomitas – ‘la cara amable de los
Alpes’-, los Alpes centrales de prados verdes y cumbres blancas
Imágenes de ensueño. De entre la niebla o la bruma aparece
un hombre, empapado y fantasmagórico. Levanta los brazos. Gana la etapa. Lo
llevan a la portada los periódicos y abren las cadenas televisivas sus
servicios informativos de deportes.
Antes, cuando estudiábamos geografía decían los libros que,
la italiana, era una de las tres grandes penínsulas que Europa tiene en el
Mediterráneo. Envidia, pura y cochina envidia ha sentido el sur de otra de las
grandes penínsulas: la Ibérica. (De la Balcánica ni se dice ni se la espera).
Desde ayer tiene
fuera de los baúles las mantillas de nubes. Se han entolado los cielos y ha
dicho que espere, por unos días el verano. Las venus (por cierto, bellísimas) buscaban tostarse al
sol caliente de la mañana y el periódico nos da imágenes de playas desiertas.
Llueve, - según qué sitios – torrencialmente. Parece que lo cirros y cúmulos que se las andaban de paseo
por las cumbres de la Sierra de Mijas, por la Torrecilla, por la Serranía de
Ronda, por la Sierra del Valle… ¡qué sé yo! han decidido venirse a la orilla
salada. Desde la lejanía se veían tomados todos los puertos. ¿Habrá habido
primarias o congreso extraordinario de nube? Todas se han bajado a la costa.
Llovía, con ganas, a eso de media mañana y, luego a ratos, y
sol; y, otra vez aguaceros, y más sol… Me ha quedado claro. Pura y cochina
envidia es lo que ha tenido el sur del sur. Lo ha dicho a los vientos. Y ha
decidido, que por hoy, Venus no tenía que hacer gastos de bronceador en la
playa.
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