Nos vamos hoy a las Tierras Altas de la mano de Avelino
Hernández. Sal de Soria por la N-111 (esa del número que dicen que se parece a
un médico. ¿A un médico? Sí: porque empieza con uno, sigue con uno y termina
con uno). Chiste aparte, cuando pases la gasolinera, busca a la derecha,
Garray.
En Garray se unen el Duero y el Tera, y sobre una colina
están las ruinas de Numancia. Historia entre dos pueblos. Uno llamado Hispania;
el otro, Roma. Según qué tiempo la cierran a los visitantes. Tampoco es extraño
si se sabe del ‘calor’ de las tierras
sorianas en invierno… Deja atrás Buitrago, La Rubia y Ausejo de la Sierra y, ya
en lo alto del puerto, – Oncala, para el
caso – otra vez, a la derecha.
El pueblo con este nombre está orillado por río Linares que
va al río Alhama. Tiene pasado de Mesta y gente ganadera y pastora. Avelino
dice y, es verdad, porque yo las he visto, que “es una sucesión de lomas
peladas, increíbles barrancos, abruptas vaguadas, sin rocas, ni arbustos, sin
árboles ni nada…”
En la iglesia guardan una colección de tapices flamencos
excepcionales. Los regaló un arzobispo rico, como otros muchos arzobispos, de
Valencia. Fue un hijo ilustre del pueblo que conservó memoria, pero que, como
otros, también se fue.
La primera vez que anduve por aquella tierra los tapices los
enseñaba Pedro; la última, pregunte por acortar camino –venía de San Pedro Manrique – por la conexión
con la SO-615… Si no es por mi hermano
Antonio todavía estoy atrapado en la estrechez de una calle. El hombre que me
informó, como yo, era forastero.
En Oncala tenían una
campana que tañía las noches de ventisca para orientar a posibles peregrinos
perdidos… La gente habla poco. Lo justo y necesario. Aquí la vida no regaló
nada y cuando se acercaron los políticos, ni te cuento. Los ilustrados
quisieron reconvertirlas en tierras agrícolas.
Puedes comprar el pan
de hogaza, si quieres, en San Pedro Manrique. Oye, de lo que no hay; el
chorizo, en El Collado. Yo lo hago desde hace un puñado de años. Cuando voy por
allí “in situ”; otras veces, como ahora, me lo envían, por agencia. Ah, no es
publicidad: la fábrica se llama “Embutidos de Pablo”. Si algún día nos vemos,
me dices…
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