No consentía don Gregorio Marañón que nadie contase chistes
de locos en su presencia. A esa maldita enfermedad la gente, por no sé qué arte
de birlibirloque, le pierde el susto y se ríe de quienes tienen la desgracia de
caer en sus redes. No voy por esa vía.
No.
Viene al caso porque han rescatado – leo la noticia en El
Mundo - a un hombre que pretendía cruzar
el Atlántico, a nado, desde Nueva York a Escocia. ¿El objetivo? Recaudar fondos
para una asociación que atiende a Enfermos de Salud Mental. No hay que ir muy
lejos para encontrar al primero.
Por un artilugio raro, mitad teléfono, mitad radar dijo
dónde se encontraba. Había recorrido 50 millas. Los Guarda Costas acudieron en
su ayuda. Primero un helicóptero; debió volver a base. Una tormenta y aparato
eléctrico lo mandaron para atrás; un barco de rescate lo recogió.
Dice la noticia que estaba herido en la cabeza y que tenía
‘mucho miedo’. Es escueta la información. No precisa más. Si sólo tenía miedo…
Uno se pregunta ¿cómo lo dejan salir? ¿No hay alguien más cuerdo que le diga
que los fondos se recaudan de otra manera?
En Escocia suena de manera diferente la música de las gaitas
celtas. Toda Escocia, brumosa, es verde y está llena de embrujo, de castillos
encantados, de monstruos que se esparcen, a modo de leyendas, con los vientos
fríos y helados de los meses de
invierno…
Me pregunto ¿a qué le sonaría el enorme oleaje en que se vio
envuelto Niall Irain Macdonald, que ese es su nombre, en presente, pero que ha
estado a punto de pasar a la lista de los “que se llamaron”. Tiene 39 años. No
dice el periódico a qué dedica el tiempo libre ni otras cosas.
No sé cómo trata la Guardia Costera a gente así. Aquí la Guardia
Civil de Montaña se juega la vida un montón de veces cada año. Rescatan
escaladores temerarios en los acantilados del Caminito del Rey. Si están heridos,
al hospital; si no, los abrigan, les dan leche caliente y barritas energéticas.
A lo mejor a la Guardia Costera y a la Guardia Civil les apetecería darles otra
cosa…
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