miércoles, 18 de junio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La flor del cactus

                                 

Avanza la diligencia. Paisaje desolado. Todo es sequedad y territorio inhóspito. En el horizonte  montañas enormes recortan la visión y obligan al paso por un camino pedregoso. Todo está marcado. Unos cactus enormes, cielo muy alto y una nube de polvo levantada por carruaje.

En las credenciales de la película los nombres míticos de actores famosos, del autor de la música y, el del director del film. Están en nuestras memorias y, lo que es mejor, siempre resolvían todos los conflictos.
Está el paisaje patrio (perdón por la expresión) lleno de sequedad, de montañas que cierran horizontes de esperanza. No nos permiten ver un poco más allá de este machaqueo diario de pesimismo que acongoja, que seca la boca, que…

Llega el nuevo Rey como los hombres que acudían a la tierra nueva en aquel Oeste de las películas, en medio de un recibimiento casi hostil por alguna parte. Pistoleros huraños, miradas raras, señoras que recogían a los niños de la calle, un  saloon con demasiado ruido. Los otros posibles colonos parapetados por el susto…

Leía el otro día que la euforia levantada por la proclamación del nuevo rey, Felipe VI,  puede  ser efímera… Vamos que hay muchos indios agazapados para que la diligencia no llegue al campo abierto, que está un poco más allá, sólo un poco más allá, del dichoso  valle.

España pide a gritos que esto no siga igual.  Tiene que quedar muy clarito: el Rey no gobierna. La regeneración no es cambiar – aunque a veces, también – de personajes. Es algo más profundo, más interior, más de actitud que de aptitud. Todos tenemos capacidad para hacerlo pero ¿hay voluntad?

Nacen los cactus en las tierras más secas, sin riqueza húmica y pobres. La naturaleza es maravillosa. Algunos ofrecen una flor  única, especial, excepcional pero sólo dura un día.


Estos momentos de ilusión y cambio no pueden ser flor de cactus. Los indios ancestrales de nuestra historia asidos de la mano de la intolerancia, la ofuscación, la envidia, la zancadilla, ¡ya se sabe!, parecen empeñados en que esta película no tenga un final feliz. Sería tristísimo. ¡Suerte, Majestad!

2 comentarios:

  1. Todos sabemos que los poderes del Rey están muy limitados por la Carta Magna.Pero,haciendo nuestros los deseos de T. Roosevelt, podemos pedirle :"Haz lo que puedas, con lo que tengas, allí donde estés".Suerte y larga vida Majestad!

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