lunes, 7 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Divina Encarnación y divino el ojo que te vio


                                              
Soberbio, magnífico, de los que quitan el resuello. Estoy a bastante distancia del pueblo. En ese lugar donde dicen que es “el rompeola de las Españas” y al abrir, el ordenador, hace un rato, me encuentro con la sorpresa: una foto.

Y, ¿ahora que escribo yo? porque esto es poliédrico. O sea: la foto es tan original que no creo que una perspectiva igual la haya captado  –al menos yo no la conozco – ningún fotógrafo hasta hoy; el templo por su magnificencia da para eso y, para muchísimo más; para colmo, mi amigo Pedro  Macías viene y me la dedica.

Sobre la marcha cambio el artículo de hoy – les iba a contar de campos verdes en el Valle de Alcudia y de jaras en flor por Sierra Morena y de trenes que cruzan veloces… – y me voy tras el dorado barroco de la Encarnación. Porque deslumbra, porque atrae, porque embelesa… Porque la cosa va sobre la Encarnación de Álora.

Es uno de los templos asombrosos que ofrece la diócesis de Málaga. Un siglo (1600-1699) llevó su construcción. El obispo que lo consagra, Bartolomé Espejo y Cisneros, del Consejo de Castilla y otras cosas. En España reinaba Carlos II… Colaboran Obispado y Concejo. El pueblo con poco más de dos mil habitantes; las penurias, enormes. Y, se entretienen, en hacer algo así...

Tres naves. Extraordinario retablo obra de Diego Márquez y Vega; el dorado de Francisco Martínez Primo. Los dos (la colección de apóstoles que aparecen en los frescos, en las enjutas, también) de la Escuela Antequerana. El arte con silla propia. El templo se atribuye a Pedro Díaz Palacios, maestro de obras de la Catedral. Piedra de  El Hacho y estilo: “manierista columnario”. Es lo que recuerdo que dicen los libros.

El templo ha soportado el paso de los hombres y, del tiempo. Mejor para otro día, hablar de cuánto fue y… Un grupo de entusiastas quiere que lo declaren Basílica. ¿Méritos? De sobra. Sólo una cosa. Acérquense. Quédense un rato sentados en un banco, quietos, miren… y, si es posible, dejen que hable el silencio. Si nos vemos algún día, me lo cuentan.

1 comentario:

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