El Tribunal Constitucional lo ha dicho claro. Clarito, como
el agua clara. Por bastante menos la República mandó a Sanlúcar a otro catalán tozudo.
La tozudez es virtud cuando se emplea
correctamente. Cuando no… Ya se sabe: “de aquellos polvos estos lodos”
Los que se dicen indignados, han indignado – y ahora de
verdad – a mucha gente normal. Hemos visto cómo hace unos días apaleaban a la
Policía. Hacer eso es perder la razón. La que dicen que va dentro de la cabeza,
y la otra, la que asiste a uno, disconforme con lo que está cayendo, para demostrar que está indignado. Ese no es el
camino
Hay grupos – en todos
los estamentos de esta sociedad- empeñados en que en este país las cosas no se
resuelvan como Dios manda. O sea, en una mesa y hablando. Y cediendo todos,
oigan, todos.
Don Gregorio Marañón, un español que perteneció a cinco
Academias y ninguna se le subió a la cabeza, con Ortega y Pérez de Ayala y otros, ayudaron al
cambio profundo de una España que ya olía, demasiado, a podrido.
Fue entonces, cuando aquello degeneró. La chusma tiró río
abajo todo lo conseguido. Ortega vino a decir, más o menos: “no es esto, no es
esto”. La gente que pensaba vio que para eso no había venido la República.
Destrozar una ciudad, poner al borde de la muerte a
servidores del orden público – su único delito vestir un uniforme – y tirar por
la borda todo lo conseguido… Uno se
pregunta ¿qué dirían, ahora, Ortega, Pérez de Ayala o el propio don Gregorio?
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