martes, 1 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Qué diría don Gregorio?


                                  
Está España revuelta. El entierro de Suárez, al parecer, sólo fue un pequeño respiro. Un espejismo como el que se le aparece a ciclista que corona el puerto. De pronto, un falso llano: da oxígeno: por poco tiempo. Luego, otra vez, la crudeza de la ruta.

El Tribunal Constitucional lo ha dicho claro. Clarito, como el agua clara. Por bastante menos la República mandó a Sanlúcar a otro catalán tozudo. La tozudez  es virtud cuando se emplea correctamente. Cuando no… Ya se sabe: “de aquellos polvos estos lodos”

Los que se dicen indignados, han indignado – y ahora de verdad – a mucha gente normal. Hemos visto cómo hace unos días apaleaban a la Policía. Hacer eso es perder la razón. La que dicen que va dentro de la cabeza, y la otra, la que asiste a uno, disconforme con lo que está cayendo,  para demostrar que está indignado. Ese no es el camino

Hay  grupos – en todos los estamentos de esta sociedad-  empeñados en que en este país las cosas no se resuelvan como Dios manda. O sea, en una mesa y hablando. Y cediendo todos, oigan, todos.

Don Gregorio Marañón, un español que perteneció a cinco Academias y ninguna se le subió a la cabeza, con  Ortega y Pérez de Ayala y otros, ayudaron al cambio profundo de una España que ya olía, demasiado, a podrido.

Fue entonces, cuando aquello degeneró. La chusma tiró río abajo todo lo conseguido. Ortega vino a decir, más o menos: “no es esto, no es esto”. La gente que pensaba vio que para eso no había venido la República.

Destrozar una ciudad, poner al borde de la muerte a servidores del orden público – su único delito vestir un uniforme – y tirar por la borda todo lo conseguido…  Uno se pregunta ¿qué dirían, ahora, Ortega, Pérez de Ayala o el propio don Gregorio?

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