Era sobre la mediación del primer cuarto del XIX, 1817.
Stendhal sale de la Santa Croce. Había llegado a Florencia en un recorrido de
‘arte’ desde Milán y camino de Nápoles. Siente tal sensación que cree que sufre
un desfallecimiento. Le puede el arte y la belleza a la capacidad de aguante de
su organismo. Años después, a eso se le llama ‘síndrome de Stendhal’.
Llovió ayer con fuerza. Limpió la atmósfera de ese polvo
suspendido que dicen que había venido, hace unos días, del desierto. Ha
amanecido un día diáfano, claro y azul. Un día puro sin contaminar aún. El sol
abrió puerta – ex oriente lux- por el
Cerro de la Fiscala… Está la naturaleza como sólo puede estarlo una mañana de
abril.
Mi amigo José María publica que hoy, 22 de abril, la gente
de bien celebra el día de la Pacha Mama o lo que es lo mismo, el día de la
Madre Tierra. No sabemos por cuánto tiempo y ni qué dejaremos a los que vienen
detrás. Lo tienen un poco difícil.
La tierra, saldrá
adelante, a pesar de los pobladores que la tenemos por nuestra en estos años,
cortos en tiempo, pero extensísimos en capacidad de destrucción. Sólo hay que
acercarse a la orilla de cualquier río…
Otro amigo, Barbeito, en su artículo diario dice que ya no
caben más sinvergüenzas en esta bendita tierra, es decir, Andalucía, donde
Josefina Carabias se preguntaba qué tenía para que los geranios floreciesen sin
que nadie les haga nada…
Seguir leyendo periódicos es echar borrones de tinta – como
aquella que había en los tinteros de porcelana en los pupitres bipersonales de
la inmunda escuela – sobre un papel inmaculado y limpio.
Me quedo con el síndrome. Al ir esta mañana a la panadería
por la calle se olía a pan caliente y por el aire venía la brisa tempranera.
Acababan de poner las calles; la luz se abría paso…¿será el síndrome?
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