En Las Cuatro Esquinas de Tomares, donde desemboca Navarro
Caro en la Calle de la Fuente… Allí, María Luisa, regenta una floristería.
Ofrece hortensias, pensamientos, rosas, petunias, candilitos y helechos,
espadifilios y calas… Le pido semillas de claveles. Están agotados. Arranca, unos
esquejes, de una maceta. Me los regala. ¿Se puede pedir más?
Sí. Donde se ensancha la calle – otra vez la Calle de la
Fuente – frente a la hacienda de Santa
Ana. La cosa viene de viejo: romanos y alquería musulmana; almazara, luego.
Conde-Duque, de Olivares, claro… Allí, bajo una carpa de blanco crudo, Antonio
García Barbeito regala magia.
Verán. Es Feria del Libro. Casetas y gente por la plaza.
Aguacero de primavera; Antonio pregona el acontecimiento. Derrama, como los
caños de la fuente de la plaza, la esencia de su palabra: contenido, contexto,
mensaje, timbre y sentimiento.
El Aljarafe es un balcón entre olivos y caserío nuevo. Se
asoman los pueblos para ver cómo pasa el río. La palabra – a carpa llena, con
gente de pie, superando en medio centenar los doscientos…- es arte y vida; es cita
y encuentro; es manantial fresco…
Como en las coplas
del Pali, uno no sabe si va o viene de Triana, si está envuelta en sevillanas o
en soleares; si la recoge el capote de Bombita que nació en el pueblo…
La palabra, dice Antonio, iguala al hombre en la libertad,
para que deje de ser esclavo, para ser entendimiento y recuerdo. Emotividad
cuando afloran los años duros y evoca a quien
iba pidiendo, como quien pide pan, la lectura de la carta del hijo, del padre, del
emigrante.
Besanas y trigos con
espigas. Tardaron en granar, pero llegó la cosecha. Lectura, libros, muchos …
Todos forman parte de nosotros mismos.
Noche cerrada. María Luisa, aún, tiene abierta la
floristería. Al paso compramos dos macetas; por dentro uno vuelve con el deleite
de quien asiste a algo único. No importa
que la barca de Tomares no tenga velas… Se las ha puesto, con la magia de su
palabra, Antonio García Barbeito.
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