La
Sierra de Cazorla está en la punta donde Andalucía se va como para la parte de
Murcia; es la zona de pinares más extensos –después de Doñana- de todo el sur
de la Península Ibérica.
Es,
también, aquella que cuando niños cantábamos, en los pupitres bipersonales de
la escuela inmuda. El maestro - mi maestro don José Oropesa - señalaba con un
puntero sobre un mapa de hule ajado y con los ángulos descascarillados. Los
niños cantábamos: “el río Guadalquivir nace entre las Sierras de Pozo
y Cazorla, provincia de Jaén…
Hay cuatro maneras de entrar a la Sierra: desde
Pontones, si llegaste por La
Sagra ; por El Chorro, después de superar el puerto de Tíscar
y Quesada; por Cazorla y el puerto de Las Palomas - por donde lo hace más gente
-; por la Puerta
de Segura..., y desde luego, también hay otras. Es cuestión de husmear en los
mapas.
A
Cazorla se llega por entre olivos picuales. Al superar la última
revuelta del camino: el pueblo. Es de tarjeta postal. Recostado a la sombra de
picachos inaccesibles y envueltos de brumas en los días de invierno.
Por
el Puerto de la Palomas se ‘traspone’ al otro lado. Junto al río se acampa, se
echa el día, se disfruta de la naturaleza, se goza de eso que sólo se encuentra
cuando la masificación no ha llegado y entonces…
Nace,
allí, en la Sierra, la Viola Cazolensis. Diminuta, pequeñita, preciosa. Es una
violeta única. Solo se cría entre las rocas y florece en primavera. Alguien la
descubrió deambulando por aquellos parajes. Dicen que por ser exclusiva, le
dieron ese nombre.
Pero
la Sierra también tiene mucho de morado y de dolor. Desaparecido un chaval de
14 años... Buscan; rastrean: palmo a palmo, risco a risco, tajo a tajo… Fue a
pasar la Semana Santa… Lo han encontrado de la única manera de la que nadie,
absolutamente nadie, deseaba encontrarlo. ¡Puñetera vida!
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