La estación, de mañana, acogía a poca gente. No quedan
restos en el vestíbulo de entrada de la exposición conmemorativa del 150
aniversario de la venida del ferrocarril. Llegan tres móviles enganchados a
tres chiquitas. O sea; al revés. Se sientan en el banco que está justo al lado.
No saludan. Un hombre mayor, lo hace a mi vera. Da los buenos días…
No tienen los trenes de cercanías la literatura del Orient
Express ni la del tren correo de Glasgow. No. No tienen cantores como los tuvieron
el Transiberiano, el que va de Costa a Costa; o sea, del Atlántico al Pacífico
o el Transcanadiense. No. Pero ¿qué les digo? Tienen su encanto.
Por la boca del túnel aparece la luz - potente - que trae encendida en la parte superior; en la
medición, también un luminoso, anuncia: Álora. Se detiene. Baja una veintena de
personas: un grupo de guiris con cara de sueño; una señora joven con un
carrito, un hombre con una cartera voluminosa, gente y más gente.
Me subo como es costumbre en el último asiento de la parte
izquierda, del último vagón. Esta vacío. El tren está limpio. Pasa el
maquinista porque como cambia de sentido la marcha se va al otro extremo… En el
lomo del tejado de la casa de enfrente, al otro lado de la estación, arrullan
las primeras palomas mañaneras.
Sale a su hora. Los trenes, con el tiempo, han ganado en
puntualidad. Arranca. Antes de entrar en el túnel, miro por el cristal rayado
de la ventanilla. Algún gamberro ha dejado su santo y seña. El río trae más
agua de la normal. Está turbia. Están desembalsando fondo. Seguro. Vienen secos
el arroyo Hondo y el de Catalina Díaz que baja del Baece, y el arroyo de Acuña…
No ha llovido.
En la Hoya los cultivos de primor se abren paso. Algunos
pequeños invernaderos encañados y con plástico estirado, con primor, coquetos;
vides emparradas; un pequeño picadero con dos caballos que miran cómo pasa el
tren con indiferencia...
No abre un día diáfano. Por entre las nubes de Levante que van rápidas se entre deja ver un
cielo que no es azul. Son nubes plomizas. Ya se sabe el “Levante la mueve, y el
Poniente, las llueve”. Por megafonía
anuncian: ‘Próxima parada Pizarra’, repite: next stop, Pizarra. El tren sigue…
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