Desgracita, teniéndolo tó. Dineros por medio, castigos
divinos y cruces a cuesta. Pregonaba una soledad impuestas por una mala
decisión tomada a destiempo. Maldito parné. Salvador Valderde y Rafael de León
llevaron al pentagrama letra y música universal. “Querer como aquel nuestro, no
hay en el mundo dos”. Y sigue María, María de la O, cantando su destino.
Julio Romero pintó a una mujer de ojos negros y bellos;
profundos como una noche de estrellas; enigmáticos como el sueño de Córdoba
entre patios de flores y geranios que como la carita – labios con rictus de
tristeza - de la mujer “el sentío
quita”… “Ay, válgame San Rafael, teniendo el agua tan cerca y no poderla
beber”.
El hombre del campo sabía que, en la Voz de Álora, Luquita
el de la “ceneece” ponía los discos dedicados, y él los escuchaba en la radio
de petaca… y sabía que Juanito Valderrama hablaba de un maletilla que no tenía
suerte y, que Antonio Molina, vendía un agua fresca -“tan fresca como la nieve”-
pero esa agua la daba la Fuente del Avellano y esa fuente estaba muy lejos.
Sabía el hombre del campo que cuando la piedra blanca del
Hacho se veía era la hora. El sopero cortaba un cuarterón de pan de cada talega
y migaba las sopas. Sobre tres piedras la sartén para el sofrito; abajo unas
taramillas y la candela… Sabía, el hombre, por cómo estaban las sombras, por el olor de
campo y, por cómo estaban los pájaros, la hora.
Doña Concha, que esa sí que era grande, Estrellita Castro, don
Miguel de Molina. (El don vino después. Carlos Herrera se fue a su casa de
Buenos Aires y le dijo a España entera que era un horror lo que se hacía con él)
y, otro Miguel, Miguel de los Reyes, que hablaba de las noches de luna en el
río, de chumberas, de zambras en las cuevas granaínas… España se arrancaba el
fajín de luto del antebrazo; el otro fajín, tardó, más tiempo.
Y, el hombre del campo escuchaba, en La Voz de Álora, a Luquita, que para entonces todavía, no era
Lucas. Era tan buena persona y tan generoso, como cuando se hizo grande. Llevaba
sueños y mensajes de amores imposibles desde sus “discos dedicados”. ¡Tiempos!
A veces pasa el tiempo, físico, pero que maravilla mantener ese tiempo dentro de unos surcos de la memoria, la mayoría de las veces tapado con el polvo de ese tiempo físico, donde un pequeño soplo, como ese que has manifestado, ha dejado limpio y brillante para disfrute y añoranzas.
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