jueves, 10 de octubre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los perros

Corría, entre la gente sencilla del campo, la leyenda que si de noche aullaban los perros la muerte no andaba lejos. Rondaba por allí. La mañana que murió Pedro, ‘el Cojo’, en la Cuesta del Cerro del Búho, entre los vecinos, con las primeras luces, comentaron: ¡qué noche han dado los perros!

Cuando subió ‘el pescaero’ –pasó raudo, como siempre- vino Frasquito Martos y, entre dientes, le dijo al abuelo del niño: ‘el pobre Pedro ya terminó’. El niño que jugaba con un carrito hecho por dos naranjas amargas y una caña larga supo que aquella noticia cambiaría ya toda la marcha de día…

La abuela del niño le dijo a Inés que pusiera un puchero grande y, le dieron voces a Pepe Navarro que araba, al otro lado de la vía, para que desunciera la yunta y se trajese los mulos a la cuadra. Cuando se iba un vecino, en el campo, todo se suspendía.

El niño se hizo grande y vio en una película que en la estepa rusa - en la realidad decían que eran los campos nevados de Soria - Zhivago escribía a la luz de una vela. Lara –todos tenemos nuestra Lara - dormía envuelta y arropada con abrigos de pieles; en la lejanía, aullaba un lobo.

Lara sintió miedo. Acudió a acurrucarse con Zhivago. La tranquilizó, abrió la puerta, hizo aspavientos con las manos y ahuyentó el lobo. La noche antes de la muerte de Pedro, el Cojo, nadie salió a espantar a la muerte que se vino a la choza donde vivía aquel hombre, que era pobre, muy pobre y que tenía una pierna de palo.


“Llévate los perros. Bien distantes… Donde tú veas… Le dice doña María, al jardinero la noche que la tuberculosis viene por su niña. Es la gándara en la Galicia profunda. Lo contaba Wenceslao Fernández Flórez en ‘Volvoreta’ ¿Quién ahuyenta esta manada de perros aulladores que arrasa las tierras de España? Ya tarda en venir, ya tarda.

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