jueves, 31 de octubre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Campanas

                                                           

Tocaban con lentidud. Como sin prisa. Doblaban a tristezas y recuerdos. Dos campanadas graves y una aguda: tan, tan, tin; tan, tan, tin… Y el tin se perdía por el aire, y se iba lejos, muy lejos. A donde no lo escuchaban los niños. Eran campanas de otro tiempo.

Eran otras las campanas a las que cantó Rosalía –Rosalía de Castro -. “Campana de mi Lugar / tú me quieres bien de veras / cantantes cuando nací / llorarás cuando me muera”. Rosalía ponía, en otros versos, dejes de airiños de misterios, de enigmas, de embrujos y meigas…

De melosas, empalagaban, aquellas campanas – ‘Campanitas de la aldea- de Jorge Sepúlveda. Hablaba de sueños, de rosales sin rosas y de nevadas tempraneras. Le pedía a la campana silencio… España estaba sumida, también, en un sueño que duraba demasiado tiempo. Todo era idílico - en la canción- claro; la realidad, otra.

Anunciaba Juan Ramón un cielo azul y plácido y pájaros cantando, y veía su huerto con su árbol verde, y su pozo blanco, y la gente, otra gente que vendría, de no sabemos dónde, a hacer nuevo el pueblo cada año y él erraría nostálgico y, “tocarán, - decía- como esta tarde están tocando, / las campanas del campanario”.

Hay trasiego y ruido en la calle. La gente menuda celebra “jalogüin”; entre los grandes hay una magnífica cosecha - el año ha sido generoso – de horteras. Nunca han estado en Norteamérica pero odian a los EE.UU;  fuman ‘Malboro’ beben Coca-Cola y visten Levis de importación. O sea, de los caros, pero hechos, - como debe ser -, por los chinos. Y, celebran Halloween.


Cuando dejen de joder con el timbre, entornaré los ojos. Soñaré con aquellas campanas -  dos sones graves y un agudo -   que tocaban con lentidud y llamaban a recuerdo…, porque, como a Barbeito, en “la calle de Las Campanas…/ digo su nombre y me suena / a bronce cada palabra”.

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