jueves, 3 de octubre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Húngaros

                                              

A media mañana llegó el hombre con la trompeta  y un amplificador que extendía el sonido por toda la calle. Los gorriones del parque ya se habían ido. Se perdieron el espectáculo. Los jubilados que llenaban los bancos buscando las sombras comentaron la incidencia. “Fíjate, dijeron, si la cosa está mala que ya no vienen ni húngaros”.
Era un presagio de malos  tiempos cuando aparecían los húngaros. Como si lo que vivían, entonces,  podía tenerse por bueno… No tenían ni que llevarse a la boca y decían, encima, que los ‘húngaros’ anunciaban algo peor. El que no se conformaba era porque no quería…
No sabíamos nada de ellos. Como llegaban, se iban. Se presentaban y pasaban raudos, veloces, ni se anunciaban ni dejaban rastros. La cabra, un mono tiñoso,  la escalera de dos patas, un hombre y una trompeta. La mujer liaba un pañuelo de colores a la cabeza y sus vestidos eran harapos que colgaban casi hasta el suelo…
Nunca anunciaron ni su procedencia ni el destino. “Niño, nos dijo un día, un hombre al que le preguntábamos después de que habían actuado en la plazoleta de la calle Cantarranas, los húngaros vienen de Hungría…”
Y entonces el niño fue y le preguntó pero de ¿Hungría de donde es el Honvéd? Y el hombre que no sabía que los niños comprábamos estampitas de futbolistas en el quiosco de María ‘la del Guerra’ contestó con destemplanza. “Niños, de Hungría, y ya está…”
Los niños comprábamos estampitas que pegábamos con gachuela en álbumes de pastas y hojas abombadas. Allí se almacenaban los cromos. No sé porqué en todas las alineaciones  siempre faltaba uno: Quincoces en el Valencia, Arsenio en el Coruña, Carmelo en el Bilbao, Carlos Gomes –se escribía con ‘s’ y sin tilde porque era portugués-, en el Granada o Campanal en el Sevilla. Debajo de la estampita ponía: Ferenc  Puskas, Sándor Kocsis, Zoltán Czibor…

No sabíamos dónde estaba Hungría. Ni falta que nos hacía. Nunca los veríamos jugar. Esta mañana se fueron los húngaros. Tampoco sabemos, hoy, a pesar del tiempo pasado ni qué fue de aquellos álbumes de nuestros sueños ni hacia donde se han ido, después de pasar el platillo con muy poco resultado,  esta mañana, los húngaros. 

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