La tengo delante - la foto - de una tarde de pesca. Es una
maravilla de tranquilad y paz. Sosiego. Atrapa el paso de las horas, lentas,
sin prisas…Capta ese momento con el que uno sueña; puede llegar en cualquier momento del día. Que
está ahí, que lo miramos, y no lo vemos, y que nos esperan.
La foto la ha colgado mi amigo Pedro Rodado. Lugar: el
Peñoncillo, Torrox. La mar -‘cerulea tumba la llamó Góngora’- está placentera.
Arriba la luz; entre el cielo y el agua, la caña, y el hombre que espera…
Tiene - la mar - matices, muchos matices: platas, azulados,
grises. La luz se bajó a dar la mano al agua.
No hay olas. Un tul blanquecino entelaraña de nubes el cielo que no es
azul; el sol, aguarda. Como el sol, el
hombre, -todo hombre- espera una brisa que le limpie el camino. Quizá, quizá…
El pescador, en el contraluz de la foto, también espera.
¿Qué piquen? Me acuerdo de otro
pescador. “Era un viejo que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo y
hacia ochenta y cuatro días que no cogía un pez…” Hemingway nos lo presentó,
así, en “El Viejo y el mar”.
Lorenzo Orellana, nos enseñó a conocerlo. (A Hemigway y al
Viejo). Los hicimos nuestros. Soñábamos
con haber estado junto al viejo, en el
bote, aquel día en que picó el pez grande. El pez más grande que jamás había
pescado. Tan grande, que asombró, a los otros pescadores, del embarcadero de El
Guincho.
No sé qué peces pican en las playas de Torrox. Es el mar de
Ulises, de las Sirenas que adormecían a los hombres, de fenicios que traían
velas blancas y olivos y aceite… Yo he picado. No me han embaucado los cantos de
sirenas. No. He picado enganchado en la foto del amigo. Gracias, Pedro.
Hoy en tu relato falta ese retrato. también picaremos todos aquellos que te leemos porque al describirlo lo vemos, o mejor dicho, lo imaginamos;creo que aún es mejor, le damos el color que más nos gusta.
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