Tenemos un
otoño raro. Muy raro. Hay días en que no ocurre nada. Horas lentas, cansinas,
monótonas. Ni una brizna de aire, ni una nube que cruce por el cielo. Ni un mal
asomo de algo distinto, nuevo. Nada. A ver, si de una puñetera vez, se cambia
el viento.
Se han ido los
pájaros; no hay palomas en el campanario…Habla la gente mañanera que está
parado el campo. Arrugada la aceituna, ya toma color de martirio antes de ir a
la molienda. ¡ya ve usted, me dicen, no la toman para verdeo y esta aceituna
para molino…!
Sólo Botín ve
que viene el dinero. ¡Buena vista que tiene! No le dice a nadie por donde
llega. Cuentan de su padre –Emilio también de nombre – en un consejo de administración va y dice:
“porque yo y mis hijos, controlamos, en el banco, el…” y, alguien le apunta:
don Emilio, se dice: mis hijos y yo. “No. En asunto de dinero, -replicó- yo primero”. El hijo ya ha hecho bueno al
padre.
Decían de los
marinos antiguos que atrapadas sus naves en el océano en medio de una calma
chicha, sólo deseaban que pasase el tiempo. Eran días terribles…Se consumían,
con la velas arriadas, en la espera larga, larga…
No viene la
lluvia. Está duro el tiempo. Demasiado duro. No ha vestido de verdes la otoñada
las cunetas. Van con retraso las sementeras; no se ven, en las lomas, el pardeo
de la tierra marcada por el surco ahíto de grano que, cuando llegue la
primavera, los vestirá de esperanza peinada por el viento.
Altera esta
calma chicha el golpe bajo al cooperativismo que le da el ‘concurso de
acreedores’, o sea, la quiebra, de una parte del Grupo Mondragón: Fagor con
Edesa, y compañeros mártires…, la intolerancia de algunos que dicen que
representan al pueblo o los tiros de madrugada en la Trinidad malagueña…
España está sumida en demasiados problemas. Catalanes, vascos, gallegos,
economías y discursos huecos…Gente que lo pasa mal y políticos que pasan de largo. Muchos
espabilados que ya vienen de vuelta. Una llamada me dice que hay demasiado
desencanto. ¿De qué parte está la razón? Por Dios que se rompa ya esta calma.
España está sumida en demasiados problemas. Catalanes, vascos, gallegos, economías y discursos huecos…Gente que lo pasa mal y políticos que pasan de largo. Muchos espabilados que ya vienen de vuelta. Una llamada me dice que hay demasiado desencanto. ¿De qué parte está la razón? Por Dios que se rompa ya esta calma.
ResponderEliminarCopio tus palabras porque poco se puede añadir.