19 de
agosto, martes
Probablemente,
nunca conoceremos su nombre; desconoceremos sus aficiones; no abrirá los
telediarios. La heroicidad anónima no vende. Su vida la entrega, en este caso,
por amor al animal al que protege con su pecho. Dos compañeros, un poco más
allá, luchan contra lo imposible; arden los pinos; se destruye toda la vida del
bosque.
Unos
van, es el caso, vestidos de rojo, su oficio, bombero o similar. Otros, con
uniforme verde. Siempre están ahí. Les corta el viento y la marea, contra la
noche o el día. No le hacen ascos al fuego, a la carretera, al problema de la
inundación por el río desbordado, a la mar embravecida, a la nieve, a la muerte
que acecha un poco, solo un poco más allá….
Otros, visten
con batas. No importa el color. Su
trabajo, dentro de un quirófano, de una sala de hospital, de un centro de salud
perdido entre no se sabe qué montañas o a qué distancia del Centro Sanitario
más importante. A cualquier hora de la noche puede presentarse alguien con una
pamplina que no es una urgencia o con un problema serio, de los de verdad. Se
va a encontrar con la persona que le salvará la vida.
Igual
lleva un hábito y no viste a la moda. Pertenece a una Congregación. Ayudan a
los que no quiere nadie: enfermos, gente sola, drogadictos, viejos, mendigos,
desamparados de la sociedad o de los que creía que eran “los suyos…” Y quién
está detrás del hábito – de nombre desconocido – esbozará una sonrisa de
comprensión y aliento y se dará con todas sus fuerzas…
Puede
estar en medio de la selva tropical y tiene que cruzar tierras de guerrillas.
Va a atender a una parroquia lejana. Los framboyán, ahítos de flores rojas,
dicen, con ese leguaje con el que, a veces, habla Dios, que Él no nos deja
solos. Puede, que la intolerancia de otra religión, en otros países lejanos,
incluso, acabe son su vida; puede que…
España
arde. Dicen que, si lloviese, a lo mejor podría cerrarle las puertas al
infierno. Aparecen críticas contra todos y contra todo. A muchas personas ciega
la desesperación; en otros casos llevan razón. Aportan, cada uno ‘su’
solución, pero…
El
bombero lleva el perro entre sus brazos; lo sujeta. Huye para alejarse del fuego
que tiene a sus espaldas. Nunca conoceremos su nombre, pero sí sabemos que
dentro tiene un alma, grande, grande, muy grande.
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