Atardecer
en Málaga
Agosto,
18 lunes.
Así, lo
acuñó don Manuel Machado. Dijo, también, que Córdoba era romana y mora, y
Granada agua oculta que llora; de Cádiz, que era salada claridad, Jaén plateado ( no lo dijo
él, pero se lo apunto yo, vean la lomas de Baeza y Úbeda y luego
hablamos), Almería dorada, y de Huelva que estaba a la orilla de las Tres
Carabelas, que por cierto, allá por el siglo XV, en días de verano como estos ya estarían echados a la mar, y otros hijos de aquella tierra, de Encinasola, estaban
recién llegados aquí con su Virgen de Flores. Y remató, porque no hacia falta
más, Y Sevilla…
A mí, a
mí me faltan casi trescientas palabras para terminar el artículo y les anuncio
que Málaga, además, ahora, con el terral que dan para mañana, está de
feria. Es la Málaga de biznagas al atardecer cuando el color naranja – como
las que se crían en las huertas de Álora - del que hablaba Ibn Gabirol se pone
por la Sierra de Mijas y las mujeres las dejan apuntar por los canillos de sus
pechos y las biznagas, entonces, cambian de perfume y huelen a amor…
Es la
Málaga de mi maestro Manuel Alcántara. Él, no se nos irá nunca. Los que vengan
después cuando el sol siga calentando como solo lo hace en Málaga y en verano,
sabrán que las olas son espumas de chanquetes que vienen a dar en el rebalaje,
y las olas siguen ahí como siempre, y el parque estará lleno de palomas que van
de una palmera a otra.
Picasso,
aquel niño de la Plaza de la Mereced, se las llevó al lienzo, como otro niño
que creció en una calle muy cerca de la plaza, en calle Beatas, cuando los
trenes subían por calle Granada, se llevó a sus cuadros rosas de perfumes sensuales y grifos con
chorros de agua clara sobre el lebrillo de barro. El niño aquel también se hizo
grande y firma con su nombre, Leonardo, y su apellido, Fernández.
Es la
Málaga, de Jaime, con apellido alemán, Rittwagen. Un día me contó que sus
antepasados se vinieron a las lomas de Olías cuando el viñedo – uvas pasas y
moscatel – llevaban sabor y esencia de Málaga a las mesas de Europa en los
meses de invierno. Él, como notario de la Málaga de cuando éramos niños, nos
deja en sus momentos naïf plazas con otros niños jugando, tranvías por la Alameda, y
sirenas en los baños del Carmen, los carros por calle Cuarteles llevan mercancías de
Marineto y de Guerrero de las Peñas….
Ya ven, yo me he comido más de las trecientas palabras y no les he hablado de un poeta,
metafísico y profundo, que cuaenta de su “hermano” y amigo, el mar azul con el que
habla cada mañana desde su ventana. Se llama Andrés. Algún día les contaré
cosas…
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