Almería
tierra olvidada por tiempos no muy remotos, con refranes despectivos e
hirientes (¿se acuerdan de aquello tan ingrato como lo de las tres cosechas?)
vive un presente esplendoroso que la ha puesto a la cabeza de la economía de
Andalucía y con una agricultura de primor a pesar de algunos chanchullos con el
“amable vecino de enfrente”.
Gente
luchadora han convertido un desierto donde solo había palmas y lagartos en la
región más próspera de España con producciones de primor que produce melones y
pepinos en Navidad y con una hortaliza que va muy por delante de otras regiones
que eran paradigma de progreso. Solo hay una pega, una terrible pega. Falta
agua. Pero no se preocupen que llegará un político iluminado de esos de los que
en todos los años hay cosecha que se la negará y alegará cualquier idea
peregrina. ¿No me creen? ¡Al tiempo!
La
tierra de Almería desde tiempo inmemorial ha albergado las civilizaciones más
antiguas que han dejado huellas imperecederas en las Cuevas de el Argar, en los
Millares, en Nieres o Lo Letreros. Cuando aún no había llegado a otros lugares,
ya andaban aquellos seres humanos por aquí.
Existe,
dicen los libros de Geografía, dos Almerías. La Almería de la costa mediterránea
y la Almería esteparia. La primera, desde la propia capital y Adra hasta los
límites con la provincia de Granada en Albuñol. Esa costa está bajo la
protección de la Sierra de Gádor. Corta los vientos fríos que vienen de Sierra
Nevada. Su pico más alto es el Morrón. A esa parte también se lo conoces como
la Alpurraja almeriense. El subsuelo del Campo de Dalías da agua para generar
un oasis del que nace la agricultura de primor.
La
Esteparia tiene un clima desértico, con un paisaje desolador, similar a otros
de África donde nacen las plantas xerófilas: chumberas, esparto y retamas. Su
núcleo: la Sierra de los Filabres; en la Tetica de Bacares, su máxima altitud.
Más al sur, la tierra es más volcánica. Es la Sierra de Gata va a dar en la mar
con su Cabo y la Sierra de Alhamilla con el balneario de Alhama. Un hijo suyo,
ejemplar, Nicolás Salmerón renunció a la Presidencia de la I República por no
firmar una pena de muerte. Están, también, los Campos de Níjar contados por
Goytisolo en una novela excelente; está el cortijo de los Frailes y la sombra
de Federico García Lorca con Bodas de Sangre…
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