domingo, 13 de abril de 2025

Una hoja suelta del cuderno de bitácora. Pueri hebraeorum

 



Era casi media mañana. Aquella noche probablemente había pernoctado, como tantas otras veces, en Betania, en casa de Lázaro, Marta y María. En las noches de verano dormían al raso, cerca de los pozos, en las quebradas, en los abrigos donde pudiesen resguardarse: “el Hijo del hombre, había dicho, no tiene donde reposar la cabeza”. Era primavera, mes de Nissan, y aún refrescaba por las madrugadas…

Marta se encargaba de las menudencias, pero necesarias, habría preparado unos cuencos de leche de cabra, un puñado de higos secos, dátiles y tortas de pan de cebada porque eran pobres y que se resquebrajaban con facilidad porque no tenían levadura. Hacían la primera comida ya bien entrado el día; la otra, entre dos luces, al atardecer.

Betania, que era donde vivían sus amigos y adonde iba con frecuencia: “si hubieras estado aquí – de lo que se deduce que allí pasaba tiempo – mi hermano no habría muerto”. Cerca de Betania está Betfagé, en la parte oriental del Monte de los Olivos, casi a las puertas de Jerusalén, en el camino que lleva a Jericó.

Es un terreno quebrado, casi inhóspito, sembrado de higueras, - Jesús maldijo a una que no daba fruto - donde estuvo asentada la Tribu de Benjamín. Sacaban el agua de los pozos, y pastoreaban cabras y ovejas. Aprovechaban la leche, su carne y las pieles.

En Betfagé cuenta el evangelio que escribió San Mateo – bueno, mi amigo Sebastián, como está muy metido en estas cosas habría dicho, Mateo, a secas, yo como no tengo tanta confianza, le pongo el ‘san’ delante – el publicano, o sea el que recaudaba impuestos para el Imperio. Como ahora, esas personas, en aquel tiempo no despertaban ‘simpatías’ entre los que tenían que pagar.

Digo, que cuenta, que Jesús le dijo a dos de los suyos que se acercasen a la aldea de enfrente y que encontrarían una burra y un pollino, que la cogiesen y que si alguien les preguntaba que dijesen que “el Señor los necesita” y esas cosas que sabemos…

Y fueron, y sobre el lomo de la borriquilla pusieron sus mantos y el Señor se subió porque el Rey de Reyes entraba en Jerusalén sobre lomos de un animal muy especial en todas las connotaciones bíblicas. Cortaron ramas de olivos. Es curioso que esos olivos, los que están al otro lado del torrente del Cedrón, ven cómo Jesús suda sangre la noche del prendimiento, como asciende a los cielos y ahora les dan sus ramas para aclamarlo, - los niños, delante: obviaverum - entrando triunfal en Jerusalén.

Las puertas de la Catedral muchos años después han abierto muy temprano. El órgano -sus notas llenaban la inmensidad del templo - acompañaban el canto del Salmo: Pueri Hebraeorm / portantes ramos olivarum,/ Obviaverum Domino / clamantes et dicentes/ Hosanna in excelsis”

(Los niños de los hebreos – genitivo plural –  / llevando ramos de olivos, / salieron al encuentro del Señor / clamando y diciendo / Hosanna en las alturas).

Si no fue así, pudo serlo…


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