Andalucía, por no sé que extrañas razones, ha ignorado muchas cosas. A lo mejor, simplemente, le ha vuelto la
espalda. Puede, también que, como el torero que quiere gloria abre el capote en
la puerta de chiqueros, se ha santiguado y con la cara descompuesta, espera que
se abra el portón…
Desde hace mucho tiempo esta
tierra sedienta pide agua. Pide muchas cosas, pero sobre todas, como aquello de
amar a Dios, está el “sobre todas las cosas”. Nunca llegó la reforma agraria,
llegó tarde el progreso y no sabemos si alguna vez vendrá ese líquido sin el
que no es posible la vida.
No me refiero a la que estos
días ha bajado del cielo y ha causado estropicios y desastre en muchos sitios. Bueno,
en parte sí me refiero a esa también. Verán. Aquí llueve poco, a veces,
desaforadamente y casi siempre mal.
Estos días, con motivo de las
lluvias, he escuchado opiniones de quienes saben, de los que no tienen ni
zorra idea de lo que hablan y de los medio pensionistas. Las borrascas vienen y ahí el hombre,
afortunadamente, no tiene mano ni para desviarlas ni para decirles lo que
tienen que hacer porque podría liarlo aún más. Las imágenes, en ocasiones, hace que hasta
puedan hablar las piedras.
Me refiero a un plan hidrológico
hecho por técnicos que saben de lo que va y no por abogados de secano,
advenedizos oportunistas que ocupan puestos y opinan de todo y no saben de casi
nada. Veo como algunos pantanos desaguan y en otros sitios se causan
estropicios con pérdidas irreparables. No me refiero a la pérdida de la vida.
Pienso en las económicas que al igual algunas pueden evitarse.
En el siglo XVII, un francés,
Blas Pascal, habló de una ley física. La llamó “vasos comunicantes”. Un fluido, en este caso el agua, por una
regulación de la presión puede ir de un lugar a otro de manera natural. ¿Se
imaginan esta bendita tierra donde las flores florecen sin que nadie les haga
nada, con agua?
No hay que quitarle a nada a
nadie nada. Simplemente, la que un momento dado sobre en un lugar, por su pie,
como se diría en román paladino, fuese al lugar donde hace falta y que carecen
de ella. Pienso en esos embalses que hoy causan terror al ver la cantidad de
agua desaguada en algunos lugares de nuestra tierra; en la Andalucía sedienta,
y en las personas arruinadas porque el río desbordado ha llevado la devastación
en sus entrañas.
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