miércoles, 19 de marzo de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cormares



 

 

               “Sólo a una cuarta del cielo

               me han dicho que está Comares

               entre peñas y olivares

               y blanco como un lucero”.

 

 

Te han dicho bien. Sube. Es probable que corra la brisa suave y fresca. Viene del mar…

 

Comares corona un macizo rocoso. Se ofrece como pincelada blanca que avienta las nubes desde un nido de águilas, donde el progreso - ¡dichoso progreso en esta ocasión! - ha puesto su sello a manera de parabólicas y antenas de telecomunicaciones.

 

Fue enclave primordial, conjuntamente, con Benthomiz y Zalía. Los textos nazaríes la citan como Hisn Qumarich. Fortaleza que acoge a la población civil en caso ataque enemigo.

 

La gente amable. Me dicen: “si usted quiere pido la llave de la iglesia para que entre a visitar al Santísimo”. Te ofrecen, por si lo tienes a bien, comprar vino moscatel, pasas, miel o pipas de almendras…” para los guisos.

 

Pasea por sus calles angostas y blancas. Reverbera la cal; florecen los geranios. Párate a leer los paneles donde   te cuentan su historia. Además de instruirte, te sirve para dar un respiro ante tanta cuesta y ver por dónde vas.

 

Asómate, cuantas veces puedas, a los miradores que se abren sobre el precipicio: por la Puerta de Málaga, por el Camino de la Aguada, desde las almenas del castillo o desde los paredones del cementerio, que cuando yo me llevé una sorpresa que ni te digo; pero, al fin y al cabo, tampoco es tan raro que se tiren las cajas de los muertos por las tapias de un cementerio, ¿no estamos en un pudridero?

 

Por la calle del Perdón - el nombre y supones bien -, recuerda otros tiempos, llégate hasta la iglesia. Es antigua mezquita. Se consagró a Santa María de la Encarnación.

 

Por la de los Arcos degústate con el sabor del pasado y en la Plaza de los Verdiales, -un mosaico te lo recuerda- con la pervivencia del tercer estilo, propio y único y dicen los entendidos que más vivo y dinámico, de la expresión, por medio de la música, el cante y el baile, de las raíces más profundas.

 

En no sé qué sitio he leído y te transcribo que “muchos autores “han querido ver en el zéjel al abuelo natural de los verdiales” y, que  aquí,  en Comares, allá por el 862, murió un tal Samuel, solista y director, portador de la exquisitez musical de Al-Andalus. 

 

Dicen que la mejor Panda era “La Número Uno, de Maroto” que cantó.

 

      “Viva Dios que nunca muere

      y si muere, resucita

      Viva Dios que nunca muere.

      Viva la mujer que tiene

      delgada la cinturita”

 

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