viernes, 28 de marzo de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Granada en primavera

 


He vuelto. Una entrada por salida. He tenido algo de tiempo – en Granada hay que tener algo de tiempo para soñar -  y hago mía la canción de Romero Sanjuan. Tomo su consejo. Por un momento asumo el papel. Me adentro. Recuerdo aquellas tardes largas de otra primavera. El sol se ponía. Doraba las almenas de la Alhambra. “Amantes que vais a Granada…”  Id al lugar adonde van los que aman, id a buscar la rosa perdida en la Alhambra”.

Me acuerdo ahora que subo por Recoletas de aquella rosa a la que cantaba Miguel de Molina, la que hacía gemir de amor el viento en los miradores;  id, id, al Generalife, a donde el ciprés del patio de la Sultana, el ciprés más viejo de Granada…

Está Granada ahíta de gente en la calle. He deambulado por aquellas calles de juventud. ¿Te acuerdas? ¡Qué bien olía Granada cuando llegábamos a la puerta de las Angustias y el paseo luego por calle Navas y Pedro Antonio de Alarcón y Reyes Católicos, y Gran Vía ….

Por cierto, Colón aún no ha terminado de entregar los papeles a la Reina. No sé qué puede faltar en la documentación. La Señora, paciente, sentada en su sillón de poder, espera y espera…

Amantes que vais a Granada, subid junto al Darro por el Paseo de los Tristes – evocación de nostalgia – y caminad junto al río, despacio, sin prisa, como quien mece el tiempo, y ved cómo se asoman a las ventanas, entre celosías en el adobe,  historia y ensueño  y princesas encantadas, y ese rumor que salta, de piedra en piedra, en el murmullo que lleva el agua…

Amantes que vais a Granada id de la mano por su orilla, y pasada la Casa de la Chirimías, a la izquierda, subid por la Calle del Candil, y luego, a la derecha, por la de San Juan de los Reyes y, antes del final, en la Cuesta del Chapiz, bajad, otra vez, al encuentro del río y del agua…

Amantes que vais a Granada mirad la nieve, siempre la nieve eterna de la Sierra con estrellas frías, canciones encantadas en un cielo de embrujo, envidia del Albaicín, un bordado de encaje que tapa la jarra de agua bebía Federico. Sorbos de compás y cantos, poesía hecha encaje…

Id a mirar los espejos del agua, agua de aurora, agua de nieve derretida, ‘agua oculta que llora’ que recorre galerías de anhelo, de sueños, de amores imposibles…  Amantes que vais a Granada.

 

 

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