domingo, 23 de marzo de 2025

Una hoja suelta de cuaderno de bitácora. La primera golondrina

 

 


 

 

Poco más de media tarde. Cielo, entolado. De vez en cuando un chubasco, a modo de chaparrón, intenso; desaparece al poco tiempo. El campo verde… De pronto, por delante del parabrisas, pasa rauda una golondrina. La primera del año. Ya sé lo del refrán: “una golondrina no hace primavera…”

Se me vienen a la mente los versos de la rima de Bécquer. “pero aquellas que el vuelo refrenaban / tu hermosura y mi dicha al contemplar (…) esas… ¡no volverán”.

Está el campo ahíto de flores nuevas: magarzas en los bordes; alcauciles que se suben; jaramagos, en las laderas. Renueva el pueblo el aire que la anuncia primavera. Andan como locos buscando escaleras – pregones, carteles, triduos… - para subir al madero. Ya saben lo de don Antonio Machado, porque ya casi huele a Semana Santa. La que viene cada año –como las golondrinas- siempre igual y siempre distinta.

No está la tarde, por ahora, para dar un paseo. El telediario ha informado que esta pasada madrugada el Tajo, por Talavera de la Reina, se ha llevado el puente romano. No han dejado claro si es de entonces o del siglo XV que también son años. Lo cierto es que los ríos van salidos de madre.

Leo un rato a Juan Ramón y me quedo con sus versos y con su paseo por la orilla verde el río y con ese pensamiento mío que se va con el crepúsculo y que se lo lleva la corriente… No sé –yo tampoco, maestro- qué camino buscar si el de la mar o el del olvido. Al igual, entre los dos, puede andar.

Hace unos días, hablaba con un amigo. Le comentaba que este año aún no había visto ninguna golondrina y aunque soy consciente que tienen que venir, irremisiblemente, como decía Bécquer a “tu balcón sus nidos a colgar”. A mí, me queda una pregunta. Espero no quedarme sin respuesta. ¿Volverán las golondrinas que hacen nidos de sensatez y concordia? Que vengan esas golondrinas, que saquen camadas de normalidad, y podamos tomar una copa, o las copas que se encarten, con quienes piensen de madera diferente. No me negarán que sería bonito, muy bonito.

Y buscan tallaje para el equilibrio del trono y el traje gris con la camisa blanca y…el ya sabes: yo estaré en la equina… ¡Ay!  aquel primer amor que miraba desde el revolver de la esquina y le pidió a su Virgen por él, que iba debajo… Corre por el aire –entonces y hoy- un mensaje callado y cómplice de corazones en silencio. “Mare mía…” rompe la saeta.


                  Puente romano sobre el río Tajo. Talavera de la Reina (Toledo)



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