Álora Paisaje y Bodegón. Cerro de las Torres desde la calle Erillas
Viven
los artistas inmersos en su espacio y en su tiempo. Queda muy poco de la
pintura que nos dejaron aquellos de la antigüedad, o sea de Roma y Grecia.
Con
el Románico y el Gótico surgen las primeras pinceladas llegadas hasta nuestros
días. Generalmente frescos en paredes y techos de los templos.
El
Renacimiento es la eclosión. Aparecen por primera vez los desnudos en el
interior de las iglesias… Botticelli con el Nacimiento de Venus el
responsable. La pléyade de pintores, esplendida. Tenemos constancia de maestros
de la talla de Fray Angélico de Fiesole, Giotto, Miguel Ángel, Rafael, Leonardo
da Vinci, Tiziano, Tintoretto, Veronés… La nómina muy extensa.
El
Barroco, más cercano en el tiempo, nos aporta otra manera de ver, de entender
el Arte pictórico. Por en medio está la Contrarreforma. Velázquez es el creador del ‘sfumato’
o sea el espacio entre los personajes del cuadro entre sí y el espectador que
contempla; Murillo pinta Inmaculadas, ángeles y pilluelos del hampa de Sevilla;
Zurbarán, monjes y bodegones de naturaleza muerta; Valdés Leal, el paso y el
final de la vida…; El Greco, las sombras de nuestras figuras porque todas
nuestras sombras alargadas podrían salir de uno de sus cuadros.
La
evolución es constante. Al Barroco le sigue el Rococó. Al, al final del XIX,
las nuevas tendencias: el Impresionismo, el Expresionismo…; la pintura
abstracta. Pintores de la talla de Sorolla, Santiago Rusiñol, Rosales… Conviven
en el tiempo con Monet, Manet, Renoir, Camile Pissarro.
En
España surge un revolucionario, Picasso. En Málaga, en concreto, una Escuela,
la Escuela Malagueña del XIX, presenta una pintura costumbrista. Una manera de
“ver” el realismo. Moreno Carbonero, Simonet, Ferrándiz, Carlos de Haes, Muñoz
Degrain, Blanco Coris, Denis Belgrano, Martínez de la Vega…
Juan
Baena es su continuador y a Juan Baena, su discípulo Leonardo Fernández;
Blanca; Pío Verdú… dentro de ese estilo definido. Hay otras expresiones, como
muestras de la pintura naïf, abstracta… pero no es el caso.
Una
muestra de la pintura de Leonardo Fernández sobrevive en este proceloso mar del
arte. Ni mejor, ni peor, simplemente diferente donde cada uno aporta, y nunca
mejor dicho, su propia pincelada.
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