Dios está a pedir de calle. Ya,
en las penumbras de los templos las imágenes esperan la salida a la calle y
como cada año se aprestan a ser las protagonistas de unos actos
maravillosamente iguales pero distintos, y serán las protagonistas en la
esquina aquella, en la estrechez del pasaje donde los brazos de la cruz tocan
los balcones, en la angostura de la salida porque sin caber cabe y se hará el
milagro que parece imposible pero que se consigue.
Ya, en las casas de hermandades
se saca brillo a la plata, se limpian enseres, varales y tulipas. Se repasa la
candelería y los dobleces del manto y se desempolvan túnicas y sayas y
rostrillos y velos y rosarios y joyas, las de menos valor, porque las otras, ya
se sabe hay que tenerlas en los lugares donde la protección es mayor...
Ya se ha contactado y
confirmado con los floristas el número de docenas de claveles, de rosas, de
gladiolos y de tulipanes. Y entre ellos guardarán un secreto que todo el mundo
sabe pero que no quieren decir porque este año las moñas de claveles que va a
llevar la Virgen en su trono será de color… ¡Ah! Eso solo lo conocen quienes
tienen que saberlo.
Ya, se ha vuelto a contactar y
a ratificar con la banda de música y se han confirmado las piezas que se van a
tocar en cada sitio y cuántas van a ser y que este año tienen que poner aún el
listón más alto porque ya se sabe la banda que viene con nosotros esa es…. Pues
eso.
Ya, por consumar está casi todo
consumado en la zozobra de nervios que no dejan vivir. Se han presentado
carteles, revistas, pregones y por presentar hasta se ha presentado el Cirio
Pascual -anoche lo hicieron en mi pueblo - que va a decir que resucitó. Por
cierto, la pintura que lo decora es una obra de un joven artista ya consagrado,
José Carlos Torres, que lo ha bordado (lo presentó Ana María Garrido que
puntualizó lo que la Teología dice para estos actos).
Ya, por dejarlo todo casi atado
solo quedan unos días para que la luna del mes de Nizan, esa primera luna de
primavera, dirán que una noche igual, maravillosamente igual que esa noche de
Jueves Santo, Cristo, Dios y hombre sudaba sangre bajo un olivo en Getsemaní:
“Padre si es posible pase de mi este cáliz, pero no se haba mi voluntad sino la
tuya”.
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