Pienso, junto al mar de Málaga,
ahora que ya es primavera qué sería de esta ciudad sin la bahía, sin los dos
ríos que vienen desde tierra adentro a dejar sus aguas, uno más que otro, en la
placidez azul que da a morir en el rebalaje, sin los montes que cierra el
horizonte….
Pienso, que le pasaría por la
mente a al-Saqundi, en el siglo XIII, cuando dijo que Málaga es tierra y mar
del que vive, con viñas en los montes, con terrenos cultivados y con quintas
que parecen estrellas del cielo. Decía también que Málaga tenía entonces – y
ahora – dos ríos…
¿Cuál de los dos ríos vendrían
a su mente cuando dejaba la impresión sobre el papiro porque en aquel tiempo
aún no se conocía el papel? Sea cual fuera de los dos, Málaga no se entiende
sin ellos.
El de la ciudad, el Guad-al-medina,
sería como lo es ahora un problema. Venía de lo que luego se llamó Campo de
Cámara, donde se criaba la mies. Más rambla, que río. El otro, el más lejano,
el Guadal-hors que citaba Pilino era el río que venía desde la Garbía, o
sea, las tierras que están en ese lugar por donde se pone cada tarde el sol…
Málaga ya no estaba allí, en
ese lugar el Cerro del Villar donde la dejaron los fenicios esa gente que venía
en barcos pequeños, pero grandes entonces y que se parecían mucho a las jábegas
en que la gente de la mar salía a buscar el pescado en bahía.
Pasado el tiempo la ciudad
creció. Primero hacia el encuentro con los ríos; luego, por todos lados.
¿Ahora?... Ahora lo tiene más difícil. Se ha extendido como quien abre los
brazos a ver hasta donde puede llegar y ya no alcanzan a más. Le quedan dos
salidas. Una, subiendo a los montes (como los foramontanos que venían de
Cantabria a Castilla) Es más difícil. La segunda, a ambas orillas del Guadalhorce,
curso arriba, hasta que otra vez – aunque están un poco más distantes – otros
montes también le cierren la salida hacia el norte. Eso está muy lejos. Mas en
el tiempo que en el espacio. También estaba muy lejos cuando la gente de Tiro y
de Sidón dejaron aquellos valles entre montañas y decidieron venirse hasta el
extremo, el otro extremo de mar…
Sobrevuelan las gaviotas; en el
horizonte, muy lejos, un barco; entre un bosque de edificios, casi no se ve,
pero está ahí la torre de la catedral. Se va la tarde…
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