Foto. Andrés García Suárez
Tienen, no sé por qué, mala
literatura. Ese, se dice cuando algo va mal y da demasiados tumbos, se mete en
todos los charcos… “Esta noche ha
llovido – dice la copla – mañana hay barro pobre del carretero que va con
carro… “El barro se formaba cuando la tierra ahíta de agua no se la embebía y
la dejaba a flor de su piel parda y áspera y se formaban charcos.
¿Te acuerdas? Aquel año el agua clara corrió por la
realenga. Buscaba la colada y de allí a la cañada y luego al arroyo y, después,
al río… Bueno ya se sabe a dónde van los ríos… Jorge Manrique dijo de aquello
que era el morir. El poeta además de saber lo que decía lo contaba de una
manera sublime, tanto, tanto que ha llegado hasta nuestros días.
F. Andrés García Suárez
Las tierras de sementera habían
hecho su avío y de alguna manera decían que ya estaba bien, que no querían más,
que… Serpenteaba brillando con el sol
de la mañana entre las matas de alcaciles nacidas en los bordes del camino,
entre los cardos y entre algunos yerbajos de esos que no tienen nombre pero que
siempre están para que cuando los seque el verano vengan los jilgueros a
picotear en sus semillas. ¿Te acuerdas? El agua clara se había quedado también
entre los surcos del trigo que ya levantaba un par de palmos del suelo y
empezaba a espigar.
En las lindes había una buena cosecha de jaramagos. Tú solías decir: los jaramagos y las malvas todos los años tienen cosecha. Es verdad. Llegaba su tiempo y aparecían en las lindes y marcaban su territorio, vestidos de florecillas amarillas, diminutas, preciosas. Todavía no habían nacido las amapolas porque esas pinceladas de amor, retoques de hermosura salida de la mano de Dios entre el verde de los campos aparecen cuando está más avanzada la primavera.
F. Andrés García Suárez
Aquella mañana el cielo estaba
azul. Algunas nubes blancas, coquetas, se acicalaban en los espejos de los
charcos antes de seguir su camino. Luego, trasponían por detrás del monte del
Cerro del Cura; los olivos se sacudían con la brisa y el campo se rizaba como
las mocitas se cepillaban el pelo como si ellas o el campo necesitasen nada
para ser más bellos de que ya estaban.
Escribo ahora cuando cae la
lluvia. Es una cortina gris. Detrás de ella se ocultan, casi difuminados, los
cerros en la lejanía. Allí está El Torcal y el cerro de la Fiscala y los
Lentiscares y…, pero ahora. Ahora te aflora el recuerdo y como decía don
Antonio Machado “quien habla solo / espera hablar a Dios un día…” Pues
eso.
F. Andrés García Suárez
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