sábado, 30 de noviembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Noviembre dice adiós

 

                    


30 de noviembre, sábado.- Cada día se crispa más la situación política. (Y las relaciones humanas) Me pregunto si tienen sentido muchas cosas en este mundo que me ha tocado vivir. Opto por no ver lo telediarios. No quiero que me suba eso que, en ocasiones, se nos viene a la garganta nos lo agría todo. 

Hace una temperatura impropia de las fechas que dice el calendario. Esta mañana he cogido el coche y me he ido a dar una vuelta. Las lluvias de hace unos días han hecho que rebrote el campo; en otros lugares arañan las lomas y parecen lienzos de Benjamín Palencia. La temperatura supera con creces los veinte grados. En la barra del bar mientras tomaba un café alguien ha comentado: 

- El frío tiene que venir – ha dicho.

- Sí, cuando haga daño, - ha comentado otro – como el agua, mucha a destiempo y mal. 

Las imágenes del río y las que vienen de Valencia son otra cosa. Dan pánico ver lo que la Dana nos ha dejado encima. No hay que culpar solamente al tiempo. La soberbia, unida a sus deficiencias, de algunos hombres irresponsables tiene también mucho que decir. De nada valen las lamentaciones. Pero no hay que preocuparse, dentro de nada “vuelta la burra al trigo”. Al tiempo. 

Hace unos días me compré la Rapsodia Española. Antonio Burgos acierta de pleno. Publica parte de la historia de España que corrió por una tierra hambrienta de libertad y sueños, (y de hambre de pan, también) después de una posguerra de dureza y, trae a mano, a poetas (algunos) que no aparecen en las Antologías pero que viven en el sentir del pueblo. A pesar de lo voluminoso del texto, más de quinientas páginas, es uno de esos libros que se leen con sumo agrado. 

Repaso una época en la que uno veía el mundo de otro color. Es más, aún creía que algunas cosas irían a mejor. No hemos aprendido casi nada. O muy poco. Es lo que hay. Se ve gente que pontifica de los divino y de lo humano y, a veces, pienso, si de verdad me creen con ese grado estulticia para que pueda aceptar el sermón que me predican. 

En el borde del camino se ha levando una pareja de pájaros perdices.  Erguidos; la cabeza en alto. Han cruzado casi andando, ligeros pero confiados. Estos pájaros aún no los han tiroteado. Después, han levando el vuelo y mimetizados sobre la tierra labrada, se han perdido en la lejanía.  

 

 

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