Málaga, Cortina del Muelle.
3 de noviembre, domingo. Hay opiniones
para todos los gustos. Lo más curioso es que se pontifica con una alegría que
asombra. Todos tenemos soluciones. Unas, al menos, se pueden acercar más que
otras a la posible solución del problema.
Dicen los papeles viejos, o sea,
la historia de los pueblos y de las ciudades y de las tierras que, poco a poco,
hemos ido poblando los hombres, que la ciudad de Málaga periódicamente, era arrasada
por el río Guadalmedina, que curiosamente se llama “río de la ciudad”. Es decir,
que desde no sabemos cuándo los hombres de entonces se fueron a vivir a sus
orillas.
El río venía – mejor, no se
había ido nunca – solo que bajaba con crecidas que su cauce no tenía capacidad
de vaciar al mar. Lo inundaba todo lo que había a ambos lados. El perchel, - la
otra orilla también - donde según Cervantes, secaban el pescado y por donde, en
algunas ocasiones, pasaba lo mejor de cada casa, se convertía en un cementerio
y se atiborraba de lodo, ruina y desolación. Y volver a empezar.
Idearon una manera de poner
freno. Construyeron una presa aguas arriba. No era un pantano al uso. No. Era
un muro de contención con una oquedad que permitía salir solo el agua que el cauce
podía desaguar. Se recrecieron también los muros, a ambos lados, y se sembraron
de árboles los montes colindantes. (Años después, han construido, un poco más abajo
el pantano del Limonero).
¿Fue la mejor de las soluciones?
No lo sé. Sería un acto de soberbia por mi parte decir que sí, o decir lo
contrario. Hay una cosa cierta. Desde su construcción el río no ha sembrado de
muerte sus orillas. A lo mejor ha sido el factor suerte, o a lo mejor, ha sido
eso que se llama acierto.
En Málaga, - esta mañana lo
comentaba con mi amigo Sebastián - quedan en pie nombre que recuerdan otras cosas.
Verán: Aduana, Cortina del Muelle, Parque, Alameda Principal, Puerta del Mar, Atarazanas…
Eso era orillas de la mar. ¿Qué distancia hay ahora desde el agua salada, o lo
que es lo mismo, el agua del mar de esos nombres? Si por un casual, la madre
naturaleza, que en opinión del maestro Alcántara es una madre con muy mala
leche, pide lo que es suyo ¿Qué pasaría con lo que llamamos Malagueta, Puerto,
Parque, Soho (por cierto que copia de nombre más fea), Cuarteles, Salitre,
Huelin… ¿Sigo? No hace falta. Ojalá ese disparate no se vea nunca, ¡ojalá!
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