13 de noviembre, miércoles. No, no
es lo que usted piensa. No, no. En el día de hoy revivimos un acontecimiento de
hace un puñado de años, solo que ahora, al parecer, después de los últimos
desastres, se han tomado medidas que evite en algo lo que nos pueda sobrevenir.
No pormenorizo detalles, ni me
erijo en sabelotodo. Solo pido una cosa. Apliquen el sentido común. No es fácil.
Es, por lo visto, el menos común de los sentidos. Sé que es un tópico. Hay que
decirlo.
Les contaba… El domingo 12 de
noviembre de 1989, la Asociación de Vecinos de El Chorro convocó a todos los ‘chorreños
de la diaspora’. Nos congregamos con ellos un montón de amigos. Celebraron el
reencuentro con un acto religioso en la capilla de la Medalla de la Virgen Milagrosa
(suena raro el nombre, pero es así). Después, comida popular…
El día amaneció gris, feo,
desabrido. Llevábamos un tiempo de sequía prolongada, aunque en octubre había
llovido, pero no lo suficiente. Había un sentimiento generalizado de pedir agua
para retomar la vida de sementeras (“por San Andrés ni a tu padre se las
des, ni quince días antes, ni quince días después”) y de otoñada para la
ganadería.
Estábamos Luis Arana y Paco Parras
(ya se nos han ido), Juan Rivero y quien suscribe. Sobrevolaban los buitres,
con vuelos circulares, lentos, ininterrumpidos, los picachos de la cordillera.
- Va a cambiar, dijo Luis, el
tiempo porque en la campiña cuando estamos de cacería y los buitres se refugian
en El Chorro es señal de que viene un cambio de tiempo grande.
No hicimos caso. Solo fue una
conversación más que se ratificó al día siguiente. A media noche del doce llovió.
Se incrementó poco a poco. Nos fuimos a los trabajos porque entonces nada de
previsiones ni avisos. A media mañana diluviaba. Subimos a los niños a la primera
planta del colegio, - tiene sótanos, planta baja y dos pisos – dentro de un miedo
generalizado. El agua bajaba torrencial por las escaleras del patio. Abrió las
puertas, inundó todos los bajos…
En las cercanías del mar la tragedia,
mayor. Creo recordar la cifra de 10 muertos y pérdida millonarias en la economía.
Ayer me llamó una amiga entrañable. Le dije que ahora me coge viejo (“viejo, me
contestó, el cuerpo, las ilusiones jóvenes”), carente de posibilidades para
responder al desastre que es una manera eufemística de decir que el campo está
arruinado, y sin fuerzas ni ganas para volver a empezar…
Lo contado ocurrió el domingo
doce, y el lunes trece de noviembre de 1989. Treinta y cinco años después, 13
de noviembre, 2024, una Dana - otra más ¿y van?... – En el día de hoy, descarga sobre la provincia de Málaga. ¿Se
entiende ahora el comienzo del artículo?
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