viernes, 29 de noviembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Pintoresca? No, lo otro

 

 


 

29 de noviembre, viernes. Puede ser la calle más fotografiada del pueblo; puede ser una de las calles más pendientes de la localidad; puede ser ese lugar que uno recuerda siempre por su nombre o por su orografía… Puede ser eso y muchas cosas más. De lo que sí puede presumir, también, es que como ella no hay ninguna.


La calle Negrillos comienza en la de Atrás y termina en la calle Nueva. Por el Norte, bajo el cielo casi siempre azul, desde su suelo puede verse como El Hacho, ese monte emblemático de Álora que parece un gigante dormido mientras esparce los vientos; por el Este, a sus pies el Bajondillo y el arroyo de la Tenería que recuerdan otros tiempos.


La parte ocupada por las primeras casas, es entre llana; pero las demás están casi en pie de manera que una se apoyarse en la otra para procurase un descanso que le haga ver cómo pasa el tiempo y la gente que osa bajar – luego, si se retorna por el mismo lugar-  porque hay que subirla.

Es una de las más pendientes de la población. Tiene sello propio.  Su nombre primero fue de Cerrillo existiendo asientos de Escrituras que alcanzan a 1551. Según publicó don Antonio Bootello en la Hojita Parroquial debe el nombre a las comparsas que salían de aquella calle con las caras pintadas para regocijos públicos. En un asiento de 21 de junio de 1673 se impone un censo sobre una casa, con el número 6 de dicha calle. El 23 de octubre de 1869 el Ayuntamiento acuerda cambiarle el nombre por el de Alcolea, acuerdo que no sale del Libro Capitular.

Tiene raigambre histórica más vieja. Antes de aparecer en las Actas y en los libros capitulares se sabe que en su suelo (existen dos ‘cerrillos’, este del que hablamos y el de ‘poco pan” que ayudó al nacimiento de la calle Erillas, por eso, porque el pan era poco…, pero eso para otro día) les digo, porque según los cronistas de la toma del castillo de las Torres las tropas de los Reyes Católicos asentaron la artillería.

Enfrente, sobre el cerro al que da nombre, el castillo. Es el vecino inmóvil, testigo de una historia que llevó a Álora a lo más granado de la poesía épica en la Literatura española (Álora, la bien cerdada…). Sus murallas no pudieron resistir el acoso de la artillería castellana emplazada en el solar que hoy ocupa la calle Negrillos, aunque su nombre haya permanecido durante siglos en un silencio que parece olvido.

 

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