8 de noviembre, viernes. Se
enclava en ladera Este, o sea, donde los primeros rayos del sol bañan el monte Hacho,
ese lugar emblemático y sin el que nosotros no nos encontraríamos. Ese monte de roca ligera y fácilmente
desprendible por la excesiva presencia de arenisca en su composición. Se
recorta en el azul del cielo y según desde donde se mira nos da una u otra
cara. En algunas ocasiones figuras caprichosas, en otras, la imaginación pone
lo demás.
La Jerriza acaricia por
el norte, el pago de ‘El Quebraero’ - antiguo lavadero - hoy ya
abandonado; por el Sur, la cañada de la Cañería. Hay quien dice que nace en la
Raja del Soldado. No sé. Era la conducción de agua (muy poca, por cierto) con
la que, entre los siglos XVI al XX, se abasteció el pueblo. Usaban atanores y
en más de alguna ocasión sufrieron percances serios por corrimientos de tierras
que los destrozaban.… por el Este, con el Peñón Gordo y, por el Oeste,
con lo que antaño se conoció como las Chumbas de Veneno.
No se sabe en qué años se formó
la Jerriza, si fue en varios o en uno, si se debió a movimientos
telúricos o a una pluviometría excesiva. ¿Cuándo pudieron originarse unos
desprendimientos descomunales de rocas desde El Hacho? Los geólogos seguro que
lo explican; yo no he tenido la suerte de averiguar aún el período en que pudo
generarse. En una ocasión me acerqué al Instituto Geológico Minero de España,
en la calle Ríos Rosas, en Madrid, pero mi formación no tiene capacidad ni
alcance para desentrañar toda aquella información técnica que tenía delante de
mis ojos…
El desarrollo urbanístico de
finales del siglo XX ocupó todo su suelo hasta el punto de absorber todo el
terreno disponible para la edificabilidad. Es lugar inaccesible, con vericuetos
y de enorme belleza paisajística, donde se mezclan las rocas del originario
desprendimiento con flora autóctona mediterránea compuesta, principalmente, por
plantas xerófilas, algarrobos y acebuches, en la tierra inculta. En la de
cultivo alternan olivos y almendros…
Cae la tarde. Es una tarde de
sol dorado de otoño. Juega entre nubes. Según el hombre el tiempo podrían dejar
un poco de agua a manera de lluvia fina y “calaera”, no como la que ha
caído estos días atrás que ha sembrado muerte y ruina.
Me he echado a andar por el
sendero. Camino despacio. Sueño con otros bosques profundos a los que solo acceden
los privilegiados. Yo, ahora, contemplo un paisaje precioso y desconocido. También
lo son esos bosques impenetrables de otras tierras que la naturaleza regala a
quienes ella quiere hacerlo…
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