martes, 26 de noviembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El tiempo avanza al compás del silencio

 

 

 

                                    Málaga. Alameda Principal


26 de noviembre, martes. Málaga, después de la conquista, tuvo un crecimiento urbano que la sobrepasó el límite impuesto por las murallas y por el río Guadalmedina. Desde el  XVII al XIX fue muy importante para su economía la industria, los productos agrícolas comercializados desde el puerto y, luego, con el ferrocarril.

El campo malagueño sufrió un parón demasiado grande con la aparición de la filoxera; las crisis industriales a causa de la carencia de materias primas y la competencia con otras zonas influyeron, también, en gran manera. Aquella sociedad vio a su siderurgia, que en algunos momentos había roto moldes, languidecer hasta llegar a su desaparición.

Los cultivos de viñedos, solo recuerdos. La exportación de la pasa y los vinos dejaron paso a otros nuevos, principalmente, de cítricos de su Hoya (los cereales estaban en la llanura de la vega antequerana que, en su paroxismo, se autoproclamaron “nodriza de Málaga”) algo de almendras y aceites.

Las riadas periódicas del Guadalmedina hasta su encauzamiento con las construcción del pantano del Agujero sembraban de muerte barrios pobres y deprimidos como el Perchel, la Trinidad e incluso el “Bulto” – barrio más de pescadores – al que también ahogaba la carencia de pesca de bajura en la Bahía. Los barcos cada vez tenían que ir a buscarla más lejos y las traíñas tenían más de pintorescas que de apoyos a la economía.

El XX vino marcado por las Guerra de África y por Guerra Civil. Luego, en la segunda mitad, la presencia del turismo propició un viraje muy importante. Málaga comenzaba a dejar de ser una ciudad provinciana alejada de las fuentes del poder económico y financiero.

En la Hoya de Málaga se expandieron los cultivos de cítricos. El Plan Guadalhorce pretendía regar un número de hectáreas a las que no se llegó ni por asomo. Riegos obsoletos, carencias de inversiones y planificaciones nefastas unidas a varias inundaciones  han puesto aún más el pie en el cuello a una economía de difícil salida.

El turismo ha propiciado una calle ininterrumpida desde Estepona a Nerja con una conurbación de disparates urbanísticos clamorosos. La falta de estudios rigurosos ha sembrado la Axarquía de productos subtropicales exigentes en agua, algo de lo que se carece en los momentos precisos, o arrasa en otros. Se han disparado los precios de la vivienda, no se ha planificado el suelo, las comunicaciones van por detrás de las exigencias y a lo mejor, no nos estamos dando cuenta, que este crecimiento puede ser pernicioso porque las  plagas  como el tiempo llegan en silencio y corre el peligro de empujar a un precipicio que conduzca a la muerte de éxito.

Al cumplirse casi el cuarto de siglo del XXI, las circunstancias y los hombres marcarán el futuro…

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