29 de julio, sábado. Alguien
dijo que si se les pregunta a personas que sean expertas en pintura cuáles son
los cinco cuadros más importantes de la pintura española, uno de los señalados
sería, indefectiblemente, Las Meninas, o la ‘Familia de Felipe IV’
que es el nombre con que Velázquez tituló su monumental obra.
Las Meninas recoge
un momento en la sala de pintura del Alcázar, la residencia real en aquel
tiempo. Al estudio del pintor acuden la Infanta Margarita de Austria junto al
séquito de damas que habitualmente le daban compañía durante el día en palacio.
Incluye, en el cuadro, algo que da una ternura excepcional: un perro que
dormita y que esta ausente de todo cuando sucede a su alrededor, pero que con
una simple palmada, despertaría.
Velázquez no pintó un cuadro de
una escena familiar cualquiera. No. Llevó algo más. Algo así como para que sin
duda se le pueda catalogar como la mejor obra de la pintura española y con un
gran rango en la universal.
En el lienzo que es una tela
plana, el pintor consigue el primer misterio de su pintura, la profundidad, el
espacio; entre los personajes circula el aire. Entre la pared final y espectador
que se acerca hay un tramo, a eso los expertos le llaman el ‘sfumato’.
Los reyes están presentes, pero
no están en el cuadro. ¿Cómo lo soluciona? Los reyes deberían tener la posición
como cualquiera de nosotros que se acercarse a contemplar la escena, miran de
frente, pero Velázquez los hace presentes, reflejados en el espejo del testero
del fondo.
Se identifican casi todos los
personajes que aparecen en la obra. En total once. Entre otras, la principal,
obviamente, la Infanta Margarita a la que María Agustina de Sarmiento le ofrece
agua en un recipiente de barro, cosa que en aquel tiempo solo usaba la nobleza.
Se dice que incluso podría ser una vasija de barro traído de América; Isabel de
Velasco le hace una reverencia; la enana conocida como “Maribarbola’ a la que
Velázquez la trata – lo hace con todos los deficientes, mendigos y necesitados
que aparecen en sus obras - con suma delicadeza, participa en el cuadro en un
lugar preferente…
Se coloca también Velázquez. En
su pecho, la Cruz de Santiago concedida unos años después de pintada la obra.
Velázquez se autocorrigió. No tiene importancia. Velázquez dejó una obra
excelsa, única que uno no se cansa de admirar cuando se recrea en ella.
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